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EN CLAVE DE SOL

Cartel de la obra
Palabra y música, en perfecta simbiosis, construyen Gracias al sol, esta historia que nos sumerge de lleno en la intimidad de tres reclusos, dos hombres y una mujer, pertenecientes a realidades y clases sociales muy distintas. 
La corrupción, la lucha por derechos fundamentales y la exclusión social como compañeras forzosas en una situación extrema de privación de libertad. Los tres presos tienen en común más de lo que quisieran: proyectos de futuro entre los escombros del pasado, recuerdos compartidos que intentan dar sentido a la ausencia de presente y, sobre todo, a la soledad y a la falta de amor.
El sol es un recurso dramatúrgico figurativo clave en este montaje, tanto espacial como emocionalmente: con su movimiento delimita la escena y nos conduce por las luces  y las sombras de los tres personajes. Se consigue así, casi imperceptiblemente, la sensación de paso del tiempo a distintas escalas, el tiempo detenido en el patio avanza con el movimiento del sol y contrasta con la ligereza con la que se entrecruzan los recuerdos del pasado y los planes de futuro.
Música y texto se complementan a la perfección en un excepcional trabajo de dirección e interpretación: piezas exquisitamente elegidas y magistralmente interpretadas que crean mágicas ensoñaciones en los tres protagonistas. Sorprende especialmente la enorme capacidad interpretativa y de dominio del lenguaje teatral de los cantantes.
La parte musical la conforman piezas compuesta por algunos de los grandes genios musicales españoles: Sorozabal, Guridi, Lorca, Moreno-Torroba, Falla, Chapí o Turina, magistralmente acompañadas de piano y guitarra.
En definitiva, el montaje supera de forma sobresaliente el enorme desafío de aunar el teatro y la lírica: una unión perfecta que emociona y aproxima al espectador a la más pura expresión del arte. ¡No os la perdáis! en en Teatro Fernán Gómez hasta el 6 de diciembre.



Apunta: Mirrinita







Ficha técnica:
Libreto: Pilar Mateos
Música: Sorozabal, Guridi, Lorca, Moreno Torroba, Falla, Chapí y TurinaDirección de escena: Ramón Criado MateosDiseño de Vestuario: Gabriela SalaverriEscenografía: David Rodríguez Garzón
Iluminación: Guillermo Gómez

Reparto:

Mamen: Susana Sanabria / Ruth González
Diego: Pablo Viña / Enrique Sánchez Ramos
Nino: Didier Otaola / Nicolás Gutiérrez

Músicos: 

Sopranos: Paloma Friedhoff, Ruth González, Gloria Londoño, Chantal Garsán
Barítonos: 
Federico Gallar, Enrique Sánchez
Tenores: Ramón Criado Mateos, Alain Damas
Piano: Laurence Verna, Diego Rivera
Guitarra: Hugo Enrique Cagnolo, Adrián Benito

CRISTAL PURO

Foto de la obra
Afrontar un clásico es un gesto de valentía que ha de valorarse en la carrera de un director y dramaturgo. Alfonso Zurro se atreve con esta pieza dudosamente atribuida a Lope de Vega, La Estrella de Sevilla, tragedia que más bien parece obra de Andrés de Claramonte. En cualquier caso, un debate filológico no contamina una obra contundente respecto a uno de los temas preferidos del Siglo de Oro, el honor, que en realidad esconde un problema candente en la época: las relaciones de poder entre la monarquía y los súbditos.

        El dispositivo que monta Zurro funciona con gran precisión a partir de una escenografía sencilla pero de gran eficacia dramática y escénica: unas largas varas doradas que van creando espacios según las necesidades de la situación dramática. Asimismo, Zurro mantiene a todos los actores en escena, que van teniendo distintas funciones dramáticas: escénicas (cambio de escenografía), actorales (creación de personajes) y corales (en ocasiones habla un coro de raigambre clásica). El coro crea una temperatura trágica muy acorde con el sentido y significado de la obra, lo que no impide lances de espadachines y requiebros de amor muy al gusto de Lope de Vega y la escuela lopista.

        Los ingredientes de una obra clásica del teatro del Siglo de Oro español no faltan, tampoco el tema del honor, «el honor es cristal puro, / que de un solo soplo se quiebra» pronuncia un personaje, Bustos Tavera, con una gran presencia trágica en escena, representado por un actor, José Luis Verguizas, de impecable técnica y de una solidez contundente en el espacio dramático. Es sin duda el personaje y el actor el que más contrasta en un fresco de personajes previsibles en el teatro clásico: la dama, el galán, el noble corrupto... El personaje del gracioso, que normalmente hace el criado del galán, se vuelca sobre la Esclavilla, cuya cruel muerte da un giro a un personaje que es mera comparsa y contrapunto realista de los vuelos de su señor o señora. Quizá falte algo de maquiavelismo a Sancho IV, más oscuridad; a veces el actor se desliza hacia el estereotipo, lo que le resta eficacia trágica. La Estrella, la dama, además de joven y guapa, debe tener encanto, dulzura y discreción, así como el galán, ambos personajes encantadores que sufren las procelas del amor y las injusticias del mundo y el poder caprichoso.

        El planteamiento de la obra busca culpar al rey sin ninguna vuelta, lo hace de forma clara y sin truco literario o argumental: la muerte de un inocente se debe a la veleidad del rey, así, sin más. Ni siquiera Lope con su Fuenteovejuna cuestiona la autoridad real y eso que esta obra clásica parece revolucionaria en el imaginario colectivo. La obra y el director lo dejan claro, sin mucho ruido, pero tampoco con ningún misterio o lectura entre líneas: el poder también corrompe a los monarcas, en el siglo XIII (la obra se sitúa en ese época), en el siglo XVII (época de Lope) y por qué no en la contemporaneidad (época de la recepción de la obra). De alguna manera el honor y la honra son conceptos que, actualizados, pueden explicar muchas de las taras de la sociedad contemporánea; hoy se habla de honorabilidad, de honradez, pero en realidad hoy y antaño el tema es la corrupción del poder, sobre todo si este se desenvuelve sin control, por encima de las posibilidades del ciudadano.

        No podemos olvidar la iluminación y le vestuario de la obra, que contribuye de manera decisiva para la creación de espacios y para levantar la imaginación del espectador a territorios de gran refinamiento estético. Ambos aspectos han sido premiados y justamente valorados para el funcionamiento de un clásico en medio de tanta vanguardia, tanto Off, tanto cabaret y tanta experiencia teatral. El teatro clásico puede decir todavía algo al espectador de hoy si un director y adaptador como Alfonso Zurro pone todo su talento a trabajar con un excelente equipo y unos actores muy bien dirigidos.
 
      
Apunta: José Aurelio Martín



   



                                                  

¡TÚ SÍ QUE PINTAS!

Hay veces que un tema aparece de forma continuada varias veces en un lapso de tiempo muy corto con distintas personas y en distintos sitios sin aparente relación. Eso me ha pasado a mí estos días con la figura de Albert Stern. Era un rico coleccionista de arte judío al que los nazis robaron su colección de «arte degenerado», como ellos llamaban a todo arte contemporáneo o que consideraran que no se ajustara a los ideales del movimiento nacionalsocialista.
El otro día hablaba con Nacho Martín Silva de un cuadro que presenta en la inminente edición de ARCO 2015. En él se ve una de las salas de la casa de Stern y dos de los cuadros que le confiscaron. Por ahí fue la conversación durante parte de la noche.
Al día siguiente tuve la ocasión de acercarme  al Teatro Fernán-Gómez CentroCultural de la Villa a ver Historia de un cuadro de Alfonso Zurro. Como indica el título es eso, la historia de un cuadro, pero contada a la inversa. Desde su final hasta el encargo del mismo. Así, al principio de la obra se habla de Stern, del «arte degenerado», de la destrucción de obras de arte a manos de los nazis... Todo lo que hablamos la velada anterior.
En la obra se nos habla de un cuadro de Doménico Theotocópuli, más conocido como El Greco, de su vida, de su obra, de la sociedad de la época, del arte y los artistas y de cómo ha ido cambiando la concepción de los mismos a lo largo de la historia. No quiero desvelar mucho más de la obra ya que tiene giros que no quiero desbaratar y que recomiendo ver desde el patio de butacas.
La Compañía Salvador Collado nos presenta una obra bien acabada, con un montaje que no desmerece ni entorpece en nada al texto y una escenografía y un vestuario a cargo de Curt Allen Willmer que nos van transportando de época en época de forma clara. La actuación es complicada ya que todos los actores representan distintos personajes, pero está resuelta por todos de una manera certera, muy bien dirigidos por Zurro. Nos gustó bastante la de José Manuel Seda, a quien ya vimos en el Español en el montaje de El encuentro, donde daba vida a Adolfo Suárez con muy buenas artes.
En definitiva una obra muy recomendable, para cerrar el año del El Greco, que no hay que dejar pasar por alto en este su último fin de semana, al igual que no hay que dejar de ver la pieza de Nacho Martín Silva en la Galería Jose de la Fuente en la feria ARCO a finales de mes.





Apunta: Rubén Sintes





Ficha técnica y artística:

Actores: Roberto Quintana, José Manuel Seda, Manolo Caro, Javier Centeno
Autor y Dramaturgia: Alfonso Zurro
Escenografía y vestuario: Curt Allen Willmer
Iluminación: Florencio Ortiz
Música y espacio sonoro: Jasio Velasco
Dirección Técnica: Carlos Merino, Pilar Dios
Diseño de Cartel: Manolo Cuervo 
Diseño Gráfico: Publike S.L.
Dirección Producción: Pablo Rubio
Producción: Salvador Collado
Dirección: Alfonso Zurro


HERMANO FÍGARO

Cartel de la obra
Fígaro y su esposa Susana acompañan al conde de Almaviva y su mujer en la huida tras el triunfo de la revolución. Una vez a salvo, Fígaro tratará de emanciparse y resolver sus conflictos matrimoniales y vecinales al tiempo que el conde se pierde poco a poco por el camino del lujo insostenible, el dispendio y la inadaptación a su nuevo estatus.
Un círculo de serrín bajo el esqueleto luminoso de una lona de circo enmarca la acción en El divorcio de Fígaro –un texto de Odön von Horváth adaptado y dirigido por Alfonso Lara–. Esa frontera física crea una línea permeable que hace posible presentar y jerarquizar acciones simultáneas y permite al espectador saber a qué atenerse: lo principal dentro, lo complementario fuera. Es muy conmovedora la escena en que Fígaro busca su espacio en Villa Gran Disputa dentro del círculo, mientras el conde dilapida su fortuna fuera.
La obra se articula en pequeños cuadros que implican saltos temporales y espaciales muy abruptos, pero el director les da continuidad y sentido de forma ingeniosa unas veces y poética otras. Gracias al juego de luces –magistralmente diseñado por Pau Ferrer–, a la atmósfera del humo y a unas transiciones orgánicas bien ensambladas, el espectador sigue el reloj, se ubica y disfruta descubriendo. A excepción de estos efectos, en la escena no hay más que el sillón de barbero de Fígaro y un equipo de excelentes actores. Juan Antonio Molina encarna un conde que hasta en la degradación final logra mantener su espíritu aristocrático. Inma Isla crea una comadrona enérgica y divertida que no quieres que se marche nunca. Manuel Brun interpreta al guardia de frontera y al encargado del cabaret con la misma credibilidad. Raquel Guerrero ambienta las transiciones y da personalidad distinta y verdadera a cinco personajes más. Y más...
Fígaro muestra las múltiples dimensiones y contradicciones de un carácter complejo. Toma decisiones difíciles que conllevan riesgos o pérdidas, y aunque asume las consecuencias, también duda y se reprocha en ocasiones haber obrado así. Es esto lo que lo humaniza. Sus acciones las endereza siempre a buenos fines que, si no son de hacer bien a todos, al menos sí son de no hacer mal a ninguno. Esto es lo que lo convierte en un héroe creíble ante el espectador. De este modo Fígaro sigue, por fidelidad, al conde en su destierro, decide después separarse de él y establecerse autónomamente en virtud de su deseo de independencia, soporta por necesidad la mediocridad de los clientes, se niega, aludiendo responsabilidad, a tener un hijo, perdona por amor el engaño de su mujer y acoge finalmente al desahuciado conde por humanidad.
Nos gusta mucho este Fígaro ético porque al presentarse como espejo de héroe humano, nos permite una identificación posible con el bien y restablece la creencia en que la acción buena y dignificante puede estar a nuestro alcance.
La revolución llegó a la mañana siguiente, después del fuego. Fue ahí cuando hubo que empezar a reestructurar las relaciones de producción y propiedad, cuando hubo que reparar a los dañados y escarmentar a los enemigos. El cambio de las banderas y la humillación de los antiguos ídolos fue parte obligatoria del guion, puesto que nadie negó que merecieran el escarnio. Bien. Las palabras que definen las verdades nuevas y las venganzas disfrazadas de justicia pueden seguir su curso. Nacerán siglas nuevas y los privilegios abolidos engendrarán nuevas felicidades. Correcto.
No obstante, la revolución profunda se librará por debajo del arrebato del vencedor y sus guirnaldas. Su objetivo debería consistir en desterrar los odios subterráneos y feroces, en aniquilar la impunidad de los que abusan, en salir a buscar las concordancias.
La Revolución no triunfará hasta que, como Fígaro, perdonemos los agravios y podamos entender Hermano cuando pronunciemos la palabra Hombre.






FICHA TÉCNICA
Adaptación y Dirección - Alfonso Lara
Reparto:
Inma Isla
Juan Antonio Molina
Micaela Quesada
Alfonso Lara/Israel Frías
Raquel Guerrero

EL QUE A TORO MATA A TORO MUERE

Cartel de la obra
Estuvimos en el Fernán Gómez viendo la nueva propuesta de El caballero de Olmedo que dirige Mariano de Paco en una versión de Eduardo Galán. Son muchas cosas las que podemos decir de la obra así que intentaremos ir por orden para no dejarnos ninguna en el tintero.
Lo primero, el texto en sí, una de las obras más conocidas de Lope que ahora se presenta revisada bajo las nuevas tendencias del imaginario mítico-histórico al más puro estilo Juego de Tronos. Un acierto, a nuestro entender, que acercará al teatro a toda una nueva «horda» de jóvenes seguidores de estas historias épico-medievales. El texto de la obra ya se conoce, la historia de amor imposible que viven y sufren, casi con dolor romántico, los dos protagonistas de la obra, don Alonso, el Caballero de Olmedo y, doña Inés, la bella doncella que vive en Medina.
El resto de personajes favorecen y desfavorecen a partes iguales su frustrada relación que tiene visos de tragedia desde que se abre el telón en el acto I. Don Rodrigo otro de los pretendientes de la bella dama junto con su escudero don Fernando a la vez enamorado de doña Leonor, la hermana de nuestra protagonista; don Pedro, el
padre de ambas muchachas, luego nombrado Alcalde por el rey y cómo no, los personajes que vertebran, por un lado, la comedia, Tello, y por otro lado la magia, Fabia, la bruja celestina que hila el traje que más conviene en cada momento. Todos ellos bien estructurados en una tragedia romántica al uso a la que no le falta ningún ingrediente para ser una obra redonda. Hablamos de Lope, qué podríamos esperar si no esto.
© Rubén Sintes
El elenco al completo
Lo segundo, la puesta en escena. Elementos sencillos pero muy bien tratados teatralmente (la escena en forma de escalera, el telón de fondo rocoso, la lanzas que delimitan los espacios reales y los no reales) y la sorpresa que abre la obra, los toros, el símbolo por excelencia, hombres-animales que emanan a partes iguales belleza y sobrecogimiento. Una arquitectura teatral impactante que mezcla a la perfección espacio sonoro, efecto de luces y escenografía. Todo medido para ir acercando la tragedia al espectador. Bien-utilizando el puro efecto teatral ponen ante nuestros ojos una propuesta  con tintes clásicos que raya lo
© Rubén Sintes
MARTA HAZAS
onírico y que en ningún caso es realista —menos mal—, y que sirve para revelar en metáfora, acción y símbolo lo que ya sabemos que va a pasar desde que comienza la función. Las cabezas de toro van pasando de un personaje a otro haciéndonos ver, en un juego metafórico, que todo es poder y ostentación del mismo. Los toros que lo mismo son cortejo fúnebre que coro griego o meros espectadores, perosiempre imagen del poder, nos enseñan —entre líneas— que el mismo poder que ensalza acaba siendo el mismo poder que hiere. Un acierto estético, enhorabuena por la intuición.

Lo tercero, los actores. Un elenco de caras conocidas que pone voz y cuerpo a este nuevo Caballero de Olmedo. La propuesta que está pensada más como una coral que actúa movida por un mismo impulso que como personajes individuales, permite a todos los actores «brillar por igual» y tener el mismo peso en la obra, lo que provoca que ninguno destaque en exceso, ni para muy bien ni para mal. Porque ellos están muy templados en sus papeles y trabajan de forma admirable el verso.
© Rubén Sintes

JAVIER VEIGA
Y, para acabar, destacar desde nuestro parecer lo mejor y lo mejorable. Creemos que los actores abusan demasiado durante toda la obra de los movimientos violentos y las carreras por el escenario, acciones ostentosas dentro del cliché que contrastan mucho, y ejercen de contrapunto, con el tono naturalista con el que los actores dicen el verso (pudiera ser que esta contraposición fuera buscada). Lo mejor, aparte de la acertadísima estética con la que juega la obra, el detalle de la mínima coreografía que remite en el imaginario popular a una danza macabra, presagio y preludio del fin de nuestra «flor de Olmedo».