Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Brun. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Manuel Brun. Mostrar todas las entradas

HERMANO FÍGARO

Cartel de la obra
Fígaro y su esposa Susana acompañan al conde de Almaviva y su mujer en la huida tras el triunfo de la revolución. Una vez a salvo, Fígaro tratará de emanciparse y resolver sus conflictos matrimoniales y vecinales al tiempo que el conde se pierde poco a poco por el camino del lujo insostenible, el dispendio y la inadaptación a su nuevo estatus.
Un círculo de serrín bajo el esqueleto luminoso de una lona de circo enmarca la acción en El divorcio de Fígaro –un texto de Odön von Horváth adaptado y dirigido por Alfonso Lara–. Esa frontera física crea una línea permeable que hace posible presentar y jerarquizar acciones simultáneas y permite al espectador saber a qué atenerse: lo principal dentro, lo complementario fuera. Es muy conmovedora la escena en que Fígaro busca su espacio en Villa Gran Disputa dentro del círculo, mientras el conde dilapida su fortuna fuera.
La obra se articula en pequeños cuadros que implican saltos temporales y espaciales muy abruptos, pero el director les da continuidad y sentido de forma ingeniosa unas veces y poética otras. Gracias al juego de luces –magistralmente diseñado por Pau Ferrer–, a la atmósfera del humo y a unas transiciones orgánicas bien ensambladas, el espectador sigue el reloj, se ubica y disfruta descubriendo. A excepción de estos efectos, en la escena no hay más que el sillón de barbero de Fígaro y un equipo de excelentes actores. Juan Antonio Molina encarna un conde que hasta en la degradación final logra mantener su espíritu aristocrático. Inma Isla crea una comadrona enérgica y divertida que no quieres que se marche nunca. Manuel Brun interpreta al guardia de frontera y al encargado del cabaret con la misma credibilidad. Raquel Guerrero ambienta las transiciones y da personalidad distinta y verdadera a cinco personajes más. Y más...
Fígaro muestra las múltiples dimensiones y contradicciones de un carácter complejo. Toma decisiones difíciles que conllevan riesgos o pérdidas, y aunque asume las consecuencias, también duda y se reprocha en ocasiones haber obrado así. Es esto lo que lo humaniza. Sus acciones las endereza siempre a buenos fines que, si no son de hacer bien a todos, al menos sí son de no hacer mal a ninguno. Esto es lo que lo convierte en un héroe creíble ante el espectador. De este modo Fígaro sigue, por fidelidad, al conde en su destierro, decide después separarse de él y establecerse autónomamente en virtud de su deseo de independencia, soporta por necesidad la mediocridad de los clientes, se niega, aludiendo responsabilidad, a tener un hijo, perdona por amor el engaño de su mujer y acoge finalmente al desahuciado conde por humanidad.
Nos gusta mucho este Fígaro ético porque al presentarse como espejo de héroe humano, nos permite una identificación posible con el bien y restablece la creencia en que la acción buena y dignificante puede estar a nuestro alcance.
La revolución llegó a la mañana siguiente, después del fuego. Fue ahí cuando hubo que empezar a reestructurar las relaciones de producción y propiedad, cuando hubo que reparar a los dañados y escarmentar a los enemigos. El cambio de las banderas y la humillación de los antiguos ídolos fue parte obligatoria del guion, puesto que nadie negó que merecieran el escarnio. Bien. Las palabras que definen las verdades nuevas y las venganzas disfrazadas de justicia pueden seguir su curso. Nacerán siglas nuevas y los privilegios abolidos engendrarán nuevas felicidades. Correcto.
No obstante, la revolución profunda se librará por debajo del arrebato del vencedor y sus guirnaldas. Su objetivo debería consistir en desterrar los odios subterráneos y feroces, en aniquilar la impunidad de los que abusan, en salir a buscar las concordancias.
La Revolución no triunfará hasta que, como Fígaro, perdonemos los agravios y podamos entender Hermano cuando pronunciemos la palabra Hombre.






FICHA TÉCNICA
Adaptación y Dirección - Alfonso Lara
Reparto:
Inma Isla
Juan Antonio Molina
Micaela Quesada
Alfonso Lara/Israel Frías
Raquel Guerrero

DOS EXTRAORDINARIOS NADIES

«Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca,
ni en llovizna cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba».
 Los Nadies 
Eduardo Galeano

 Sobrecoger y mantener la atención con una mezcla de humor ácido e inocente junto con un intenso drama es un reto de escritura y Josep Linuesa, director y autor de Rick y Edu, lo asume y lo gana.
Con esta obra toma el pulso al teatro con un teatro de siempre; ese que permanece en el tiempo más allá de modas y convenciones.
Lo hace desde un lugar de desolación sin dar muestras de ello, con la increíble ternura que destila una dramaturgia construida sobre modelos americanos como el de Mamet, pero con una frescura y pasión más joven, menos raída.
Una tragicomedia con sus giros colocados en el sitio que tienen que estar y sobre todo con dos personajes que quedan en el recuerdo una vez que se ven interpretados en el escenario.
¡Que magníficos personajes son Rick y Edu! Las palabras escritas de Josep, sus diálogos, se vuelven asombrosos cuando David Sánchez y Manuel Brun les dan vida, porque ellos asumen con naturalidad meterse en el cuerpo de estos dos hombres sin nada más que la compañía del otro viviendo en un sótano de cualquier lugar, atemporal y con el regusto de cualquier sociedad que los acoja.
Y cuando alguien crea dos hombres como estos debe de rodearse de actores de primera para que todo se ponga en funcionamiento y el público ría, llore, tiemble o piense en la ironía de la vida, en la soledad y en la necesidad de amor por encima de todas las cosas.
Josep Linuesa acierta de pleno con los dos interpretes: Manuel Brun da vida a Rick, un fuerte muy débil, esperando la oportunidad de salir de la miseria que es el único hábitat que ha conocido y que conocerá, ya que está abocado a ella. David Sánchez se mete en la piel de Edu, un hombre apaleado por su condición de ser nadie, que toma como una liberación el que nunca hayan tenido expectativas sobre él.
En el escenario los muebles necesarios de los que no tienen nada acogen una de la más soberbias actuaciones masculinas que hemos tenido ocasión de ver este año: David Sánchez es en cada gesto, en cada palabra, en cada mirada un Edu perfecto. Ha creado con esmero un personaje tan complejo y sencillo como es este conato de asperger y/o vapuleado social que cree en la amistad por encima de todo.
Manuel Brun no se queda a la zaga y construye su personaje sobre una fortaleza derruida difícil de conseguir.
Cuando Rick y Edu (Manuel y David) se juntan la magia del teatro se esparce por toda la sala. Sabemos que va a ocurrir algo, ya que la violencia y el dolor forma parte de su piel, pero lo interesante de este algo no es el porqué, si no el cómo se va desarrollando la acción.
Estamos ante una obra imprescindible. Ya lo fue hace cinco años cuando recorrió algunos escenarios madrileños. Ahora vuelve igual de actual o más a la Sala Tú, que últimamente destaca por sus grandes dosis de acierto en la programación teatral.
Agradecer a Josep, a David y a Manuel que hayan soplado sobre el barro de las letras, inmóviles sobre un texto, para convertir a Rick y Edu en dos seres de carne y hueso que nos deleitan con lo mejor del teatro.






Sala Tú C/Velarde, 15
Dirección y Texto: Josep Linuesa
Actores: Manuel Brun y David Sánchez.
Ayte. Dirección: Borja Vera.