TRANS-SITANDO

(Algunas palabras acerca de Transformación )

Del 2 de octubre al 8 de noviembre.

Sala de la Princesa, TeatroMaría Guerrero


¡Paloma Pedrero ha vuelto a   hacerlo!


 Y digo «vuelto» porque Transformación es otra de esas grandes obras de Paloma que pasará a la historia del teatro            —como ya lo han hecho muchos de sus textos—, a esa selecta lista que conforma la dramaturgia que llamaremos en un futuro «revolucionaria» o «adelantada» o, mejor aún, «de teatro necesario».

Si echamos un ojo a la gran producción dramática de Paloma Pedrero, descubriremos que cada una de sus obras es una llamada de atención, una puesta en revisión o una crítica a realidades muy concretas que siempre tienen como protagonista a las personas y a sus afectos a la hora de relacionarse.

Paloma, siempre con la mirada puesta en los márgenes —en lo que la sociedad discrimina a esas márgenes—, es capaz de dar voz y espacio preeminente a sus CAÍDOS DEL CIELO. Pero no lo hace desde la complacencia, sino que lo lleva a cabo desde la acción, la única manera posible de subvertir la realidad. Y lo hace con mucho sentido del humor, ironía, justicia y, además, de una forma extremadamente bella, vamos, como es ella. Y, como no podía ser de otra forma, en Transformación ha vuelto a dejar muy claras estas líneas de trabajo (diría «líneas de ataque», pero sé que a Paloma no le gustan los términos bélicos).

La obra arranca de una premisa radical: una realidad en la vida de la autora: «Un día mi hija con dieciocho años me dijo que era un hombre». Suficiente para el drama, ¿no os parece? Pero más allá de la realidad efectiva de cómo ha resuelto Paloma Pedrero esta circunstancia vital, está el arte. Y ahí es donde se aloja esta obra: una sublimación dramática, que no deja a ningún espectador indiferente.

Transformación es un canto a la vida libre, al amor por uno mismo y por los demás; un ejercicio de filosofía teórica y práctica (porque toda la obra es una pregunta y una búsqueda que no concluye en la escena, pero que va abriendo horizontes —siempre con luz, mucha luz, hacia el futuro— y provocando la necesidad del cambio en la vida de sus personajes).

El texto, cosido a medida para cada uno de los ocho actores que encarnan en total trece personajes, nos muestra las realidades difíciles, confusas, límites y limitantes, desestructuradas, a veces, de la vida de unos adolescentes trans y sus familias; todos transitando ese no-lugar que genera la incertidumbre de la búsqueda: la de ellos, ellas, elles y consolidando lo que será el camino hacia una nueva realidad para todos.

Una nota importantísma para los actores. Un equilibrio perfecto. Los que se encargan de llevar a cabo la tarea de ser padre, madre, abuelo y abuela (¡Ay, quién tuviera esa abuela!) sostienen el pulso dramático. Los otros actores   —a partir de ahora tenemos que decir que son actores, porque no lo eran hasta este momento, se han hecho actores en la escena, se han transformado en actores, también— dan muestra de un talento (cantan, tocan la guitarra, hacen magia) y de una pasión que traspasa la escena y lo hacen, además, con una naturalidad, una frescura y un guiño cómico que conmueve, dándonos una lección de profesionalidad y un ejemplo de vida sin tabúes ni complejos.

 Los tres actores protagonistas son chicos trans que están pasando ahora mismo por ese mismo proceso de transformación que nos cuentan en la obra. Estos actores son los que hacen posible que la escena avance, son los que traen, cómo no, el asombro, el reconocimiento y la transformación, ahora del público, al mejor estilo aristotélico.

La obra es una propuesta cercana, amable y honesta, dirigida también por la autora, dentro de una sala como es la de la Princesa del María Guerrero: un espacio pequeño que acoge muy calurosamente a esta gran familia. Una propuesta escénica muy adecuada a la realidad que se nos quiere contar. Nada de la propuesta atrofia o eclipsa esta historia, todo lo contrario, la arropa y nos la presenta desde una naturalidad que impacta.

Este equipo al completo, con Paloma Pedrero a la cabeza, es un dechado en su máxima definición, es decir, «es una muestra o modelo que se tiene presente para imitar». Como cuando bordas delicadamente siguiendo un patrón, igual Paloma y todo su equipo en este montaje ha bordado en nuestra piel, en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, este gran ejemplo para que nos sirva de guía cuando queramos aprender a mirar, sentarnos a escuchar y transformar de forma bella el mundo que nos rodea.



 





*
Equipo artístico

 Reparto: Julio Alonso (Padre / Abuelo), Enriqueta Carballeira (Abuela), Tatiana Carel (Cloe), Alan Castillo (Carla / Charlot), Silvia Criado (Miriam / Enfermera), Zack Gómez (Marc), Flora López (Madre / Psiquiatra) y Álex Silleras (Alma / Leo).

Equipo artístico: Alessio Meloni (Escenografía y vestuario), Juan Gómez-Cornejo (Iluminación), Pablo Moral Luengo (Espacio sonoro), Dani Sousa (Vídeo), Verónica Mey (Ayudante de dirección), Irene Cantero (Ayudante de Iluminación), Juanjo González y Elliot Kane Cubells (Ayudantes de Escenografía).
Fotos: marcosGpunto
Agradecimientos: A Caídos del Cielo ONG y al Teatro del Barrio por acogernos. Y a todos los socios que nos permiten permanecer. A Pilar Rodríguez, Isis Abellán, Juanjo Litrán, A Mariam Grande “la lunares”, A Antonio Garrigues Walker y Elena Davalillo, Ana Marina Dorismond, Primera Toma Couch. Marcos Orengo y Diego Cabrales. Y a todos los "Caídos del Cielo" por su entrega y talento.

 

Producción Centro Dramático Nacional.

*Datos extraídos de https://cdn.mcu.es/espectaculo/transformacion/

¡Al CAMPO DE VERANEO!

Cartel Los desvaríos del verano
Nunca preparar un veraneo había sido tan duro como el que prepara Venezia Teatro en su tercera puesta en escena con Los desvaríos del veraneo, obra del autor veneciano Carlo Goldoni versionada y magníficamente dirigida por José Gómez-Friha.
Con motivo de la llegada del verano, dos grandes familias vecinas, que pasan su días de descanso en el mismo lugar y viajan juntas, se enfrentan al absurdo trabajo de aparentar cual de ellas es la mejor en todo lo más trivial que pueda existir: mejor anfitrión, mejor gastador, mejor vividor por encima de sus posibilidades, mejor en los celos y el amor… Esto lleva a los personajes de uno y otro lado a verse envueltos en más de un enredo del que costosamente pueden salir.
Una entretenida comedia actualizada donde lo clásico y lo moderno se funden tan logradamente que los personajes podrían pertenecer tanto al siglo XVIII como a nuestros días. Para ello, los encargados de diseñar el magnífico vestuario han fusionado ambas épocas muy gustosamente en los ropajes de cada uno de ellos.
Una única escenografía diseñada como una habitación repleta de baúles, equipajes, cajas, etc… es válida para todas las escenas que transcurren a lo largo de las dos horas de representación. Todos los personajes están siempre alrededor de la escena, presentes, esperando su turno, interpelando a los compañeros, aclarando situaciones, hablando y cantando al público desde un par de micrófonos apostados en los laterales. Siempre desde sus personajes clásicos modernizados.
El trabajo actoral de todo el elenco es, sin lugar a dudas, fabuloso. Derrochan comicidad y presumen de una estupenda y estudiada gestualidad, en muchos casos tocando el clown, haciendo que el público ría con gusto.
Si quieres darte la satisfacción de preparar de nuevo el veraneo, te recomendamos que lo hagas en el Teatro Infanta Isabel. Venezia Teatro te ayuda de martes a viernes a las 20:30h, sábados a las 20h y domingos a las 19h hasta el 18 de septiembre.

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
 Nicolás Maquiavelo


Apunta: Vir Casanova






FICHA ARTÍSTICA:
Los desvaríos del Veraneo de Carlo Goldoni

Reparto: Alejandro Albarracín, Andrés Requejo, Esther Isla, Juanma Navas / Javier Lago, Macarena Sanz, Kevin de la Rosa / Kike Hinojosa, Borja Luna / Iñigo Asiaín, Helena Lanza y Vicente León.
Diseño de Vestuario: Sara Roma
Diseño de Escenografía: José Gómez-Friha
Diseño de Iluminación: Marta Cofrade
Confección de Vestuario: Isabel López Gómez
Diseño Gráfico: María La Cartelera
Cesión Estilismos: REMEMBER
Asesor Musical: Reñiré Piñero
Distribución: Fran Ávila
Prensa: Josi Cortés
Producción: VENEZIA TEATRO SLU
Ayudante de Producción y Dirección: Daniel Teba
Versión y Dirección: José Gómez-Friha


BABILONIA

Foto de la obra
Aunque la palabra «Babilonia» sea, para muchos, algo polvoriento (¿historia, arte, cultura, una canción de Boney M?), la compañía Tejido Abierto Teatro la resignifica y la convierte en algo vivo y actual. Babilonia, en este caso, es el título de la obra del dramaturgo José Ramón Fernández que la compañía representa en el Teatro Quevedo de Madrid.

El escenario se convierte en un lugar de resonancias mitológicas en donde una reina y su criada –los actores Belén Lázaro y Raul Óxido, respectivamente– nos brindan la posibilidad de viajar, volar, temer, recordar, reconocer, atisbar, oler, evocar y descubrir paisajes de nuestra interioridad que, por lo general, han sido clausurados por gran parte del teatro de la cartelera madrileña que se empeña en celebrar el mainstream cinematográfico y televisivo con el espíritu edulcorado del best-seller.

Babilonia presenta al gran fantasma inmortal: la guerra. Los persas, el ejército más grandioso de la historia, han arrasado la ciudad y sembrado el terror. Sólo la reina y su criada parecen haber sobrevivido a la barbarie. «Es la guerra: tendré que esconderme y huir», podría decir un Borges parafraseado en uno de sus versos más célebres.

La reina Amyitis y su criada se necesitan para sobrevivir tanto a nivel físico como afectivo. En este vaivén el estatus se resiente, el tiempo apremia y las necesidades fisiológicas hacen su entrada en escena. La criada se lama Alitza y es una mujer sencilla que, sin embargo, llegará a instruir a la reina: le revelará aspectos de su pasado y le mostrará la imagen que su propio pueblo tiene de ella. Es como si desenredasen entre las dos una madeja a cuatro manos para poder entenderse en un laberinto personal en el que han de descubrir quiénes son y en qué deben transformarse para sobrevivir.

Jorge Eines, aparte de dirigir la obra, elabora la dramaturgia del texto de José Ramón Fernández. Babilonia fue estrenada en la extinta Sala Triángulo hace diez años con una duración bastante superior a la que tiene ahora. Eines cuenta que ha recortado aproximadamente un cuarenta por ciento del texto original con el beneplácito del dramaturgo. Por lo que pude ver esta adaptación va bien de ritmo y, seguramente, se irá afinando aún más en las sucesivas representaciones.

El gran gancho de la obra, para ir al grano, son los actores. Rara vez se ve en la escena española una combinación tan inspirada de compromiso y saber hacer en unos intérpretes, que dicho sea de paso, son de la cantera actoral del estudio de Jorge Eines, uno de los pocos maestros que entiende el trabajo del actor sin los onanismos emocionales ni los psicologismos baratos que la escuela de Lee Strasberg y sus seguidores practican gracias a ese invento yanqui llamado El Método.

En este montaje los elementos escénicos son los indispensables. ¿Por qué? Porque los actores trabajan con gracia y medida, con un compromiso que hipnotiza al espectador y le da alas para imaginar y reconocer en sí mismo dos rasgos importantes: el primero está compuesto por la inocencia, el gusto por la belleza y el desamparo de la mujer-niña que nos brinda el actor Raúl Óxido; y el segundo, es la mezcla perfecta de majestuosidad, acento trágico y fragilidad de la reina que recrea la actriz Belén Lázaro.

A este espacio casi vacío, que me remite a las enseñanzas de Peter Brook y me recuerda —en sus aspectos más rudimentarios, pero bien definidos— al teatro de Grotowski, sólo le sobra el cortinaje del fondo de la caja, la precaria iluminación de la sala —tan bien aprovechada, por otro lado, por la compañía— y un patio de butacas que está por debajo del actor. Esta puesta en escena, que juega tanto a estar en el suelo o a media altura, pide un graderío e, incluso, un espacio en u o in the round, más a la inglesa.

Nada impide, sin embargo, que prevalezca el trabajo magnético de los intérpretes. Dos seres necesitados y unidos por una cadena de respiraciones conjuntas que hacen posible la inmersión del espectador en un universo casi fantástico y mítico capaz de golpear con fuerza las campanas de nuestro tiempo.

Hay que agradecer al director que su trabajo no sea invasivo. Su mano interviene lo necesario, lo justo para sugerir los paisajes imaginarios que el actor necesita habitar para favorecer el hallazgo creativo y la comunión con el espectador. En Babilonia podréis ver esto y mucho más, un mundo que está en las antípodas de las casitas acartonadas (y caras) que los teatros nacionales tienen, tantas veces, el mal gusto de ofrecernos.



Los jueves 23 y 30 de junio en el Teatro Quevedo de Madrid a las 20.30 h.

Apunta: Marcos García Barrero






Ficha artística y técnica:
Reparto
Raúl Óxido: Alitza, La niña de Judea.
Belén Lázaro: La reina Amyitis.
Autor: José Ramón Fernández
Director: Jorge Eines
Joel Machbrit: Ayudantía de dirección.
Inma González: Vestuario.
Carlos Higinio Esteban: Escenografía.
Cecilia Ruiz: Imagen Original.
Joel Machbrit: Diseño y Comunicación.

FECHAS Y HORARIOS
Estreno 9 de Junio / Todos los Jueves a las 20:30h



NO MOJARSE EN LA TORMENTA

Cartel de la obra
Reme y Pedro han regresado a Madrid de su larga estancia londinense. Por casualidad, se encuentran en un cine con Sergio y su novia Lucía. Reme y Sergio son amigos desde la infancia y hace años que mantuvieron una relación. Reme decide organizar una cena en su casa al día siguiente. Lucía lo sabe y va a regañadientes. Durante la velada se irán desencadenando pequeños episodios con descubrimientos de secretos, parece ser que inapropiados, que generarán tensiones y choques frontales entre ellos hasta producirse el desenlace final.
Lluvia es el purificante título que da nombre a esta obra escrita y dirigida por Paula Llorens ─además de interpretar a uno de los personajes junto a Isabel Dugo, Gustavo Galindo y Fernando Gómez─ en la que los personajes dan vida a cuatro personas actuales, jóvenes pero tocados por la varita de la pesadumbre, de un aburrimiento soberbio, de desasosiego. Todos ellos se nos presentan como envueltos en tristeza, como acompañados por la desdicha, mustios. Unos se muestran así desde el minuto uno y otros lo intentan enmascarar aunque sin éxito. La obra se desarrolla en un juego de mentiras innecesarias que lo embarran todo. Mentiras que se van sucediendo y que, cada vez, entontecen un poco más a sus personajes ya que los sucesos que acontecen, realmente, no son para tanto dolor y padecimiento. El reencuentro con el pasado genera una polémica que motiva una discusión y conflictos entre las parejas. No pasa nada fuera la normalidad; nada más allá que la naturalidad de encontrarse con alguien al que quisiste en el pasado, con el que mantuviste una relación y punto. Pero este hecho, lo convierten en un problema, al estar atestado de mentiras y al dejarse llevar por las normas sociales establecidas y arrastrarse por un mar de dudas, de celos innecesarios, imprudentes y nada inteligentes. Y sobre todo, por el engaño que se hace uno mismo por no hacer o sentir lo que necesita y quiere; por no estar con quien quiere al no arriesgarse a perder una batalla en la lucha y no en la trinchera de su confort, esperando a ver si obran los milagros.
Los actores reproducen correctamente sus personajes estereotipados, atrapados, cada uno de ellos, en sus propias mentiras, siguiendo los cánones marcados para cada una de sus personalidades. Es quizá el personaje de Lucía el menos decoroso al presentar un personaje extremadamente infantil en vez de mostrar una «Lucía tímida».
La escenografía se compone de pocos elementos todos ellos útiles de salón: mesa con sillas con enseres de comer y sillón con mesita. Todo ello bañado en una luz bastante tenue y con el sonido ambiental de la lluvia.
Coge tu paraguas y llévatelo a Nave 73 para ver Lluvia los sábados de junio a las 20h.
«La vida no consiste en esperar a que pase la tormenta, sino en aprender a bailar bajo la lluvia».  Vivian Greene


Apunta: Vir Casanova






Ficha artística y técnica
TEXTO Y DIRECCIÓN: Paula Llorens
INTÉRPRETES: Isabel Dugo, Gustavo Galindo, Fernando Gómez y Paula LLorens
ESPACIO ESCÉNICO: Sara Bacigalupe y David Orrico
ESPACIO SONORO: Nerval
DISEÑO DE CARTEL: Joan Santancreu
ILUMINACIÓN: Pablo Corrales

FOTOGRAFÍA: Ilusión Óptica Fotógrafos

¿AHORA QUIÉN? ¿AHORA QUÉ?

Cartel de la obra
Il Maquinario Teatro es una joven compañía gallega fundada en 2012 por el director Tito Asorey y cuatro intérpretes: Melania Cruz, Fran Lareu, Fernando González y Laura Míguez. En Octubre de 2014 se estrena su segundo montaje, Perplejo, del dramaturgo alemán Marius Von Mayenburg, por el que la compañía ha obtenido 5 premios María Casares.
Un texto rápido, bastante inteligente, de un humor tocado por el absurdo con una temática actual en la que subyacen temas como la búsqueda de la identidad, las relaciones de pareja, la pervivencia del fascismo, la inmigración, la religión y muchos más temas que van emergiendo según transcurren las escenas. Los personajes tienen la peculiaridad de llamarse con el mismo nombre que sus propios intérpretes. Cambian las escenas, cambian los roles de cada uno de ellos pero los nombres se mantienen. Es tal la perplejidad que sientes ante las primeras escenas que tienes una extraña sensación de confusión, de no entender muy bien qué es lo que pasa. Hasta que, poco a poco, te vas acostumbrando a esos cambios de roles, de forma natural casi como pasa en la vida misma. Y es ahí donde la compañía ha logrado que se reciba una de las partes fundamentales del mensaje: en esta obra como en la vida estamos abocados a multitud de cambios para los que debemos estar preparados. Todo puede volverse nuevo, diferente, absurdo de un segundo a otro. Los actores hacen un trabajo interpretativo limpio, a pesar de la complejidad de cada uno de los roles que tienen que presentar. Se dejan abducir por cada uno de sus personajes y con ello seducen al público y lo arrastran a un mar de risas. Porque, aún cuando muchos de sus temas son de una dramática realidad, esta obra es una comedia y, como tal, provoca la risa. Hay momentos metateatrales donde los personajes y los intérpretes se confunden hasta dudar de la misma realidad.
La escenografía está formada por un espacio blanco, sin muchas señas de identidad, ni personalidad, que representa el salón de cualquier casa en cualquier lugar. El vestuario muy diverso y logrado, destacando la escena de la fiesta nórdica donde los disfraces son geniales ─alguno desconcertante─. El espacio sonoro, la iluminación y los efectos están perfectamente coordinados para que el engranaje teatral surta el efecto mágico deseado.
Perplejo es el último espectáculo del Festival de Teatro dedicado a Cervantes y Shakespeare, En algún lugar del ser o no ser, que tiene lugar en el Teatro Galileo. Merece la pena que te acerques a ver a los chicos de Il Maquinario Teatro. Tienes oportunidad de verles el 16, 17 y 18 de junio a las 20h y 19 de junio a las 19h.

Nada más intenso que el terror de perder la identidad. Alejandra Pizarnik

Apunta: Vir Casanova






Ficha artística y técnica
Dirección: Tito Asorey
Texto Original: Marius Von Mayenburg
Elenco: Melania Cruz, Fran Lareu, Fernando González y Laura Míguez
Escenografía: Luis Iglesias “Luchi”
Vestuario: Yaiza Pinillos
Relización Disfraz de Laura: Diego Valeiras
Iluminación: Tito Asorey y Germán Gundín
Espacio Sonoro: Tito Asorey y Laura Míguez
Fotografía y Video: Aitor Uve
Diseño Gráfico y Proyecciones: Expresiva Estudio
Traducción: Catuxa Pato
Unidad Didáctica: Melania Cruz
Técnicos: Germán Gundín y Roi López
Producción: Laura Míguez
Versión y Dirección: Tito Asorey


¡QUÉ LUCHA LA CONVIVENCIA!

Cartel de la obra
La mayoría de las personas, al menos una vez en nuestra vida, hemos probado la convivencia; hemos participado en ese extraño juego de vivir en pareja y hemos padecido, alguna vez, ese lado peliagudo del amor en la más absoluta intimidad hogareña: las peleitas de salón. A partir del texto de Manuel Hidalgo y versión de Carlos Panera, Lola Baldrich y Gorka Mínguez nos traen a la escena madrileña sus particulares conversaciones transformadas en La guerra del sofá. De su sofá, ese fantástico armatoste que ponen en el centro del salón justo frente a un televisor ─mejor cuanto más grande─ y por el que alguna que otra batalla se librará. Su sofá, ese magnífico mamotreto, que es generador de placer y disgusto, casi a partes iguales, cuando la pareja ha pasado del amor empalagoso del momento primero al rocanrol metalero del tocarse las narices todo lo que se pueda. Cualquier tema diario, nada trascendente, puede convertirse en una contienda dura de victoria. Además, una disputa puede llevar implícito algún enfrentamiento nuevo que pueden encadenar. El papel higiénico, la bolsa de la basura, el momento apretón de baño, el mando de la tele, las suegras… Todo lugares comunes de cualquier pareja, nada nuevo, y por ello despiertan las cuantiosas risas del público, por esa cercanía tan real que te hace reflejarte como en un espejo. Ambos actores tratan con mucha naturalidad un texto para el que las escenas se componen de piezas de sus cotidianas historias, de sus enfrentamientos en distintas épocas de su convivencia. Ellos mismos son narradores de las propias acotaciones del texto y eso hace al público implicarse más e interpretar mejor parte de las escenas. Su labor interpretativa es buena, plagada de divertidas frases y gestos muy humorísticos. Y, como no era de extrañar, toda la representación se lleva a cabo en el salón de nuestros protagonistas; ahí en el mismísimo centro del universo doméstico: el sofá. A este sofá acompañan pocos elementos decorativos: un par de sillones, una mesita y unos cuantos objetos más. Con cada cambio de escena, un cambio de luz y una canción de esas que mantenemos en el baúl de los recuerdos.
La guerra del sofá se disputa en el Pequeño Teatro Gran Vía todos los jueves a las 20:30h y domingos a las 21h hasta el 03 de julio, para todos aquellos, tengáis pareja o no, que se quieran posicionar en su lado del sofá.

«Para poder seguirte pareciendo, si quieres escaparme, te persigo, si me persigues, te acompaño huyendo», José Bergamín

Apunta: Vir Casanova







Ficha artística y técnica

Texto original: MANUEL HIDALGO
Adaptación teatral: CARLOS PANERA
Interpretación y dirección: LOLA BALDRICH & GORKA MÍNGUEZ
Producción: ERRE PRODUKZIOAK & ARTEKA & MASKARADA S.L.

DESESPERANDO ETERNAMENTE

Cartel de la obra
 El Teatro Alfil acoge los domingos en su sala una de las obras fundamentales del teatro del absurdo escrita por Samuel Beckett a finales de los años 40, Esperando a Godot. La Nuca Teatro es la compañía murciana encargada de la puesta en escena bajo la buena dirección de Vicen Morales que ha tramado una representación bastante fiel al texto de Beckett, dejando patente la acción circular del argumento del mismo así como el tratamiento del tiempo como parte de una existencia tediosa, poco creativa y vacía de significado.
Vladimir y Estragón son dos tipos que se encuentran de nuevo en mitad de un camino, de no se sabe dónde, bajo un árbol y allí esperan a un tercer personaje, Godot, hasta el anochecer. Así un día y otro, esperan. Mientras esperan matan el tiempo hablando de nada y de todo, discuten sobre naderías y se encuentran con otros dos personajes, Pozzo y su criado-esclavo Lucky, con los que también entablarán conversaciones absurdas sin ningún principio ni fin, sin hilo argumental ni formato de conversación. El tiempo transcurre sin que pase nada o pase todo, según se vea; pero lo que va sucediendo es que los personajes comienzan a olvidar el porqué están allí, si han estado ya antes y, a veces, se olvidan unos a otros a pesar de encontrarse una y otra vez. Se va apreciando, según transcurre la representación, cómo los personajes van perdiendo la noción de los días, del tiempo y la esperanza de encontrarse con Godot. Los personajes están caracterizados muy acertadamente por Agustín Otón, Fran Freire, Miquel Marcos y José Tellez, dotándolos de unas personalidades especiales, altamente contradictorias y tocadas por un pesado tedio existencial. En la escena pasa el tiempo sin apenas suceder nada. Lo principal del argumento es la espera y frente a ella se centra toda la representación. Los personajes están marcados por un estatismo evidente, a pesar de sus torpes movimientos por el lugar. Se escudan también conversaciones incompletas, en silencios y discusiones absurdas, debido a que lo importante es esperar. Esperar no se sabe muy bien el qué.
Una escenografía bien planteada, rigurosa con el original, tiene pocos elementos decorativos para simbolizar el vacío, el sin sentido de esa absurda existencia: solo un árbol casi muerto, montoncitos de arena que reflejan la aridez del lugar y un juego de luces que hace que los matices luminotécnicos ayuden, tanto a los personajes como al espectador, a diferenciar el corte entre las dos escenas existentes, entre el transcurrir del día y la llegada desesperanzadora de la noche. El vestuario, del mismo modo, no tiene detalles destacables, salvo, la indumentaria de Lucky que le distingue del resto. No me pareció muy acertado, sin embargo, el recurso de sustituir al niño, que avisa de la no llegada de Godot, por un pequeño teledirigido; me resultó algo raro.
Todavía tienes tiempo de ver la versión de La Nuca Teatro de Esperando a Godot los domingos a las 20:30h hasta el 19 de junio en el Teatro Alfil.

«Sin el tiempo, esa invención de Satanás, el mundo perdería la angustia de la espera y el consuelo de la esperanza». Antonio Machado


Apunta: Vir Casanova







Ficha artística y técnica
Dirección Escénica: Vicen Morales
Traducción: Ana María Moix
Reparto:
Agustín Otón - Estragón
Fran Freire - Vladimir
Miquel Marcos – Pozzo
José Tellez de Cepeda – Lucky
Claudia Morales – Voz Niño
Producción: La Nuca Teatro
Fotografía: Pilar Morales
Espacio Escénico y Vestuario: La Nuca Teatro
Realización Escenográfica: José Tellez de Cepeda
Iluminación: Rubén Pleguezuelos
Técnica Vocal: Carmen Acosta
Diseño de Cartel: El Hombre Cabra


NO SOY DEAN MORIARTY

Cartel de la obra
Dos hombres jóvenes en un bar cualquiera ven pasar la realidad frente a sus ojos. La vida es rutinaria: respirar y trabajar; su vida es un sueño: Jack Kerouac.
La novela que marcó a toda una generación (On the road, de Jaques Kerouac) es el paraíso ficticio de sexo, jazz y drogas que sirve de referente a los dos hombres que protagonizan esta puesta en escena de Gerard Iravedra. El bar en el que se desarrolla la acción es un campo de batalla con colillas y papeles, cajas de bebida y sillas sucias. En este local los dos jóvenes abandonan, por momentos, sus trabajos y juegan a ser los protagonistas de On the road, Sal Paradise y Dean Moriary. Este último fue en la vida real Neal Cassady, un joven de bajo origen social y familia «desestructurada», como se diría hoy, con una gran pasión: la literatura. La novela se publicó por vez primera en 1957 y fue escrita a finales de los años 40, dentro del ambiente o cultura hipster, cuando esta palabra significaba jazz experimental y contracultura y no un grupo de pijos que viste ropa de marca y se deja la barba larga, como ocurre hoy en día.
En este montaje, Moriarty (interpretado por Ferrán Vilajosana) es el revulsivo, el punto de ignición de un viaje a dos mil veces postergado; es un marginal pasado de vueltas, un cicerone que habrá de guiar al bueno de Sal (al actor Fernando Tielve le da al personaje una candidez y ternura que crea un buen contrapunto con la irascibilidad de Moriarty) a las puertas del infierno, es decir: a Nueva York y sus bares de maricas y gente cool, a un menage à trois que no convence a Sal, y a un viaje en coche por la Ruta 66 que representa la fantasía de dos hombres que sienten por unos instantes el viento de la libertad mientras suena una magnífica versión de The shadow of your smile a cargo de Lou Rawl.
Los dos amigos juegan, en la Sala Tú, a ser los personajes de una novela cuyo espíritu romántico y beat es el aroma que los actores respiran y desean transmitir al público en unos tiempos, estos, en los que la publicidad, la moda y Hollywood han reducido el concepto de libertad a un conjunto de píldoras ansiolíticas y carteles publicitarios.


Apunta: Marcos García Barrero






Sala Tú; Hasta el viernes 24 de mayo dentro de la programación del Surge.
Ficha artística y técnica
Texto: Joan Yago
Actores: Fernando Tielve y Ferrán Vilajosana

Dirección: Gerard Iravedra

LAS FLORES DE ELSINOR

Cartel de la obra
Elsinor es un centro psiquiátrico de aspecto ─imaginamos─ penoso, oscuro, triste, frío, donde las risas y llantos se mezclan formando una amalgama de sonidos casi insoportables. Ophelia ha sido recluida ahí por sus problemas alimenticios. Ophelia no quiere comer pero sí morir y cree que está en su derecho. Tiene 25 años, anorexia, bulimia y un par de muñecas tocadas por la tajante suavidad de la cuchilla. Ophelia está sola, aunque siempre acompañada por esos fantasmas pasados, por esas literarias Ophelias que amaron a ese Hamlet de destino sentenciado. Esas Ophelias-niñas de tristes semblantes, azotadas por la muerte prematura de una locura de amor o de un desamor enloquecedor. Ophelia y sus fantasmas encerrados en un Elsinor paralelo del que quieren escapar como quien escapa de su prisión; quizá de sus destinos marcados por la derrota.
Arturo Turón regresa a la escena componiendo y dirigiendo su drama Ophelia. Nos lo presenta en Nave 73 para la III Muestra de Creación Escénica-Surge Madrid 2016. Para esta ocasión Arturo Turón nos sumerge en un mundo casi onírico donde la realidad y la ficción se rozan casi hasta la confusión. Del mismo modo que en su anterior trabajo Alma, Turón hace que las escenas pasen de una manera lenta, donde los silencios y las palabras tienen una misma cabida para crear ese intimismo. Dota a sus personajes de una pesadumbre interior transmitida por la flaqueza de sus miradas. Crea escenas tocadas, en muchos momentos, por los ritmos poéticos de la danza y una coral perfecta de movimientos.
Hacen las actrices y el actor un muy buen trabajo de gestualidad corporal y un duro pero pulcro trabajo de interiorización para adaptarse a estos personajes en constante conflicto interior, apesadumbrados y, a ratos, aletargados donde el sufrimiento acoge nada bueno ni augura futuridad.
La escenografía se compone de pocos elementos pero bien dispuestos y aprovechados. El juego de luces de claro al oscuro, del frío al cálido, son un acierto en la transición de las escenas ya que ayudan al espectador a situar a los personajes en la realidad-ficción o viceversa. Un tanto igual con el espacio sonoro, lleno de ruidos y soniquetes que envuelven la cabeza de locura o te crean una tensa tranquilidad con la banda sonora elegida, como siempre un acierto.
Por decir un contra ─totalmente reemplazable por un pro─ hubiera necesitado un tono más elevado en la dicción de alguno de los personajes. Es cierto, que al ser escenas tan profundas y personales, requieren un tono débil pero, desde la última fila se puede perder la claridad de un texto tan poco fácil en escenas tan interesantes.
No digo más que el estreno fue un lleno a rebosar y seguro que lo seguirá llenando. Las horas de visita a Ophelia son los sábados de mayo a las 20h.

Una trama de oros grises,
un ensueño de hilos blancos,
gnomos, sátiros, Ofelias,
voces vagas, ojos trágicos.
-¿Una mujer blanca, una
mujer? ¿Es Flérida, es Gloria,
es Ofelia?... Nada… Llueve…
los árboles hablan… Sombras….
                                                                 Juan Ramón Jiménez



Apunta: Vir Casanova









Ficha artística y técnica
Dramaturgia y Dirección: Arturo Turón
Ayudante de Dirección: Lydia Ruíz
Elenco: Andrea Dueso, Laura Aparicio, Elena Martínez, Laura de la Isla y Julio César Santos.
Diseño de Iluminación: Jon Corchera
Técnico de Iluminación: Eva Marcelo
Escenografía: Nada en la nevera
Vestuario: Andrea Dueso
Sonido: Esteban Ruíz
Coreografía y Cuerpo: Clara Méndez Leite
Fotografía: Sergio Lardiez
Producción: Eva Marcelo

Producción Ejecutiva: Nada en la nevera

QUIJOTE. FEMENINO. PLURAL

Foto de la obra
La pluralidad de este Quijote singular que orquesta Pedro Víllora y lideran Ainoha Amestoy y Lidia Navarro tiene, entre otras, la virtud de contar y entretener desde una de las obras más destacadas de la literatura mundial: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
El viaje de Sanchica (o Mari Sancha), la hija de Sancho Panza, cobra forma en los cuerpos y las voces de estas dos estupendas actrices. Dos juglaresas que manejan perfectamente todos los registros vocales y de composición física imaginables: contar y actuar durante 1 hora y 30 minutos de tensión narrativa ininterrumpida. De esto, seguramente, es responsable en gran medida la mano y el oído de Pedro Víllora, que no permite que la energía actoral decaiga. Para lograrlo se vale de una banda sonora eficaz que subraya los momentos más dramáticos de la pieza y contribuye a crear un sentido de goce y deleite festivo en el oído del espectador.
Cada una de las mujeres que simboliza los hitos del viaje iniciático del personaje de Sanchica (Teresa Panza, Marcela, Dorotea, Luscinda, Maritornes, Doña Clara de Biedma, Quiteria La Hermosa, Dulcinea y Claudia Jerónima) se representa mediante unas muñecas que, en principio, impresionan por su hieratismo y su sobriedad. No obstante, las dos actrices las dotarán de vida por medio de su capacidad para imitar, narrar, parodiar y escenificar cada uno de los episodios que dibujan.
El texto, que corre a cargo de Ainoha Amestoy, es certero a la hora de mostrar los episodios que mejor representan el universo femenino al que la obra se debe. Es de agradecer un teatro de la palabra donde esta se desarrolle al límite de sus posibilidades, en unos tiempos en los que, tantas veces, los mejores actores abordan los textos clásicos o bien con gravedad o bien con un psicologismo mal entendido que resta vuelo y frescura al texto. Nada de esto sucede en Quijote. Femenino. Plural. Antes bien, el lenguaje es aquí el medio natural para que el personaje de Mari Sancha o Sanchica (interpretada con talento y oficio por Lidia Navarro y Ainoha Amestoy) sirva de vehículo para mostrar el camino aventurado y desventurado que la joven emprenderá en busca de emociones, sabiduría y sentido. «La libertad que pintes en tu imaginación como deseo se cumplirá». Estas son las palabras que Dulcinea del Toboso proferirá en la cueva de Montesinos para los atentos oídos de Sanchica. Ella sueña con ver el mar, con ir más allá del rol maternal y paritorio que la sociedad del momento le ha asignado. Desea vivir aventuras, valerse por sí misma y, por qué no, encontrar el amor. Las palabras de Dulcinea serán su guía.
El texto de Amestoy no tiene nada de proclama oportunista al subrayar el merecido papel de la mujer en la historia. Por el contrario, fabula con gracia sobre la frecuencia cervantina en la que ya se hallan implícitos los valores de las mujeres que el de Lepanto describió tan magistralmente. Mujeres que a pesar de sufrir el peso del papel que la sociedad les asignaba eran fuertes y decididas; mujeres que habitan un mural quijotesco desde el cual lanzan un guiño necesario a todas las demás mujeres que en nuestra sociedad —tan aparentemente igualitaria, pero presa aún de ciertas consignas patriarcales que limitan su libertad— no encuentran todavía el lugar que por derecho les corresponde.
Lo más importante, a nuestro juicio, es que la obra es ante todo una fiesta y esto se debe no sólo al texto y al magnífico hacer de las actrices, sino también al tempo que la dirección de Víllora imprime al montaje, haciendo que este rebose de imágenes sin necesidad de recurrir a proyecciones audiovisuales ni a microfonías estridentes, como puede verse tan a menudo en la cartelera madrileña. En esta función basta y sobra con el mester de juglaría y la palabra cervantina tamizada por el brillante texto de Ainoha Amestoy… que no es poco.


Apunta: Marcos García Barrero


Ficha artística y técnica:

Dirección: Pedro Víllora
Con: Lídia Navarro y Ainhoa Amestoy
Ficha artística: Una producción de Estival Con motivo del IV Centenario Cervantes