EL QUE A TORO MATA A TORO MUERE

Cartel de la obra
Estuvimos en el Fernán Gómez viendo la nueva propuesta de El caballero de Olmedo que dirige Mariano de Paco en una versión de Eduardo Galán. Son muchas cosas las que podemos decir de la obra así que intentaremos ir por orden para no dejarnos ninguna en el tintero.
Lo primero, el texto en sí, una de las obras más conocidas de Lope que ahora se presenta revisada bajo las nuevas tendencias del imaginario mítico-histórico al más puro estilo Juego de Tronos. Un acierto, a nuestro entender, que acercará al teatro a toda una nueva «horda» de jóvenes seguidores de estas historias épico-medievales. El texto de la obra ya se conoce, la historia de amor imposible que viven y sufren, casi con dolor romántico, los dos protagonistas de la obra, don Alonso, el Caballero de Olmedo y, doña Inés, la bella doncella que vive en Medina.
El resto de personajes favorecen y desfavorecen a partes iguales su frustrada relación que tiene visos de tragedia desde que se abre el telón en el acto I. Don Rodrigo otro de los pretendientes de la bella dama junto con su escudero don Fernando a la vez enamorado de doña Leonor, la hermana de nuestra protagonista; don Pedro, el
padre de ambas muchachas, luego nombrado Alcalde por el rey y cómo no, los personajes que vertebran, por un lado, la comedia, Tello, y por otro lado la magia, Fabia, la bruja celestina que hila el traje que más conviene en cada momento. Todos ellos bien estructurados en una tragedia romántica al uso a la que no le falta ningún ingrediente para ser una obra redonda. Hablamos de Lope, qué podríamos esperar si no esto.
© Rubén Sintes
El elenco al completo
Lo segundo, la puesta en escena. Elementos sencillos pero muy bien tratados teatralmente (la escena en forma de escalera, el telón de fondo rocoso, la lanzas que delimitan los espacios reales y los no reales) y la sorpresa que abre la obra, los toros, el símbolo por excelencia, hombres-animales que emanan a partes iguales belleza y sobrecogimiento. Una arquitectura teatral impactante que mezcla a la perfección espacio sonoro, efecto de luces y escenografía. Todo medido para ir acercando la tragedia al espectador. Bien-utilizando el puro efecto teatral ponen ante nuestros ojos una propuesta  con tintes clásicos que raya lo
© Rubén Sintes
MARTA HAZAS
onírico y que en ningún caso es realista —menos mal—, y que sirve para revelar en metáfora, acción y símbolo lo que ya sabemos que va a pasar desde que comienza la función. Las cabezas de toro van pasando de un personaje a otro haciéndonos ver, en un juego metafórico, que todo es poder y ostentación del mismo. Los toros que lo mismo son cortejo fúnebre que coro griego o meros espectadores, perosiempre imagen del poder, nos enseñan —entre líneas— que el mismo poder que ensalza acaba siendo el mismo poder que hiere. Un acierto estético, enhorabuena por la intuición.

Lo tercero, los actores. Un elenco de caras conocidas que pone voz y cuerpo a este nuevo Caballero de Olmedo. La propuesta que está pensada más como una coral que actúa movida por un mismo impulso que como personajes individuales, permite a todos los actores «brillar por igual» y tener el mismo peso en la obra, lo que provoca que ninguno destaque en exceso, ni para muy bien ni para mal. Porque ellos están muy templados en sus papeles y trabajan de forma admirable el verso.
© Rubén Sintes

JAVIER VEIGA
Y, para acabar, destacar desde nuestro parecer lo mejor y lo mejorable. Creemos que los actores abusan demasiado durante toda la obra de los movimientos violentos y las carreras por el escenario, acciones ostentosas dentro del cliché que contrastan mucho, y ejercen de contrapunto, con el tono naturalista con el que los actores dicen el verso (pudiera ser que esta contraposición fuera buscada). Lo mejor, aparte de la acertadísima estética con la que juega la obra, el detalle de la mínima coreografía que remite en el imaginario popular a una danza macabra, presagio y preludio del fin de nuestra «flor de Olmedo».

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