BABILONIA

Foto de la obra
Aunque la palabra «Babilonia» sea, para muchos, algo polvoriento (¿historia, arte, cultura, una canción de Boney M?), la compañía Tejido Abierto Teatro la resignifica y la convierte en algo vivo y actual. Babilonia, en este caso, es el título de la obra del dramaturgo José Ramón Fernández que la compañía representa en el Teatro Quevedo de Madrid.

El escenario se convierte en un lugar de resonancias mitológicas en donde una reina y su criada –los actores Belén Lázaro y Raul Óxido, respectivamente– nos brindan la posibilidad de viajar, volar, temer, recordar, reconocer, atisbar, oler, evocar y descubrir paisajes de nuestra interioridad que, por lo general, han sido clausurados por gran parte del teatro de la cartelera madrileña que se empeña en celebrar el mainstream cinematográfico y televisivo con el espíritu edulcorado del best-seller.

Babilonia presenta al gran fantasma inmortal: la guerra. Los persas, el ejército más grandioso de la historia, han arrasado la ciudad y sembrado el terror. Sólo la reina y su criada parecen haber sobrevivido a la barbarie. «Es la guerra: tendré que esconderme y huir», podría decir un Borges parafraseado en uno de sus versos más célebres.

La reina Amyitis y su criada se necesitan para sobrevivir tanto a nivel físico como afectivo. En este vaivén el estatus se resiente, el tiempo apremia y las necesidades fisiológicas hacen su entrada en escena. La criada se lama Alitza y es una mujer sencilla que, sin embargo, llegará a instruir a la reina: le revelará aspectos de su pasado y le mostrará la imagen que su propio pueblo tiene de ella. Es como si desenredasen entre las dos una madeja a cuatro manos para poder entenderse en un laberinto personal en el que han de descubrir quiénes son y en qué deben transformarse para sobrevivir.

Jorge Eines, aparte de dirigir la obra, elabora la dramaturgia del texto de José Ramón Fernández. Babilonia fue estrenada en la extinta Sala Triángulo hace diez años con una duración bastante superior a la que tiene ahora. Eines cuenta que ha recortado aproximadamente un cuarenta por ciento del texto original con el beneplácito del dramaturgo. Por lo que pude ver esta adaptación va bien de ritmo y, seguramente, se irá afinando aún más en las sucesivas representaciones.

El gran gancho de la obra, para ir al grano, son los actores. Rara vez se ve en la escena española una combinación tan inspirada de compromiso y saber hacer en unos intérpretes, que dicho sea de paso, son de la cantera actoral del estudio de Jorge Eines, uno de los pocos maestros que entiende el trabajo del actor sin los onanismos emocionales ni los psicologismos baratos que la escuela de Lee Strasberg y sus seguidores practican gracias a ese invento yanqui llamado El Método.

En este montaje los elementos escénicos son los indispensables. ¿Por qué? Porque los actores trabajan con gracia y medida, con un compromiso que hipnotiza al espectador y le da alas para imaginar y reconocer en sí mismo dos rasgos importantes: el primero está compuesto por la inocencia, el gusto por la belleza y el desamparo de la mujer-niña que nos brinda el actor Raúl Óxido; y el segundo, es la mezcla perfecta de majestuosidad, acento trágico y fragilidad de la reina que recrea la actriz Belén Lázaro.

A este espacio casi vacío, que me remite a las enseñanzas de Peter Brook y me recuerda —en sus aspectos más rudimentarios, pero bien definidos— al teatro de Grotowski, sólo le sobra el cortinaje del fondo de la caja, la precaria iluminación de la sala —tan bien aprovechada, por otro lado, por la compañía— y un patio de butacas que está por debajo del actor. Esta puesta en escena, que juega tanto a estar en el suelo o a media altura, pide un graderío e, incluso, un espacio en u o in the round, más a la inglesa.

Nada impide, sin embargo, que prevalezca el trabajo magnético de los intérpretes. Dos seres necesitados y unidos por una cadena de respiraciones conjuntas que hacen posible la inmersión del espectador en un universo casi fantástico y mítico capaz de golpear con fuerza las campanas de nuestro tiempo.

Hay que agradecer al director que su trabajo no sea invasivo. Su mano interviene lo necesario, lo justo para sugerir los paisajes imaginarios que el actor necesita habitar para favorecer el hallazgo creativo y la comunión con el espectador. En Babilonia podréis ver esto y mucho más, un mundo que está en las antípodas de las casitas acartonadas (y caras) que los teatros nacionales tienen, tantas veces, el mal gusto de ofrecernos.



Los jueves 23 y 30 de junio en el Teatro Quevedo de Madrid a las 20.30 h.

Apunta: Marcos García Barrero






Ficha artística y técnica:
Reparto
Raúl Óxido: Alitza, La niña de Judea.
Belén Lázaro: La reina Amyitis.
Autor: José Ramón Fernández
Director: Jorge Eines
Joel Machbrit: Ayudantía de dirección.
Inma González: Vestuario.
Carlos Higinio Esteban: Escenografía.
Cecilia Ruiz: Imagen Original.
Joel Machbrit: Diseño y Comunicación.

FECHAS Y HORARIOS
Estreno 9 de Junio / Todos los Jueves a las 20:30h



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