El
deseo de ser infierno,
obra de Zo
Brinviyer con
la que obtuvo el Premio Nacional Calderón de la Barca en 2010 para
autores noveles, se pone en escena de la mano de Antonio Laguna. Y
para esto se ha cargado de un grupo de jóvenes y esmeradísimos
actores que hacen de la representación una danza fronteriza entre lo
real, lo onírico y la poesía. El
deseo de ser infierno es
la vida de los muchachos recluidos en el reformatorio-penal de
Mettray para su rehabilitación. Pequeños delincuentes excluidos
socialmente, olvidados y humillados. Mettray es un pequeño universo
en el que el director, amo y señor, somete, viola y asesina la
última inocencia que podría quedar en sus huéspedes. Ante tal
barbarie se antepone la gran camaradería entre los jóvenes
asistentes a este juego infernal. Esa gran belleza en su fraternidad,
en sus juegos infantiles, en su abrigo incondicional en el «sálvese
quién pueda» ante el miedo congelante. Y tras los muros esa
libertad soñada, y ensoñada representada por el maravilloso Circo
de Buffalo Bill, con la presencia de la gran Calamity Jane, más
ahogada en alcohol y azuzada por el mundo machista al que se enfrenta
por su condición de mujer no acorde a los principios de la época.
En este punto, entre la frontera de Mettray y la frontera del circo
se encuentran Jean, Jane, su onírico Billy el niño, sus deseos, el
sexo y sus historias personales.
Es
un texto complicado con una carga emocional que han sabido manejar de
una forma tan elegante y tan sutil que a más de uno de los que
asistimos le resbalaron lágrimas. Los papeles parecen escritos para
cada uno de ellos. Me llamó la atención, por poner un ejemplo, la
actuación de Manuel Moya (Pascal) o de Jaime Moreno (Mathieu), por
la complejidad extrema de sus personajes y la correctísima
ejecución. Ni un segundo de despiste de su personaje. En definitiva,
los actores hacen un ejercicio interpretativo de verdadero lujo. Ni
que decir tiene que eso se logra en una gran medida por una buena
dirección de escena y eso lo ha sabido llevar a cabo Antonio Laguna.
La
escenografía y el vestuario están perfectamente acordes con el
desarrollo de la representación. Muy justificadamente a mi gusto son
los momentos en los que el vestuario desaparece dando esa sensación
tan agria de humillación.
Los
efectos sonoros y la música en directo le dan ese toque «al más
puro Oeste».
Y
si todo esto no era suficiente para saber que lo que estábamos
viendo era realmente bueno la iluminación hace que las escenas
adquieran el color que necesitan. Pau Ferrer, gran iluminadora de
grandes escenas, consigue dar luz a la sombra y sombras en la luz.
Una maravilla en su arte.
No
puedes perderte este espectáculo poético en forma y fondo. Estarán
en la Sala
Nave 73
sábados y domingos a las 19:30h hasta el próximo 26 de enero.
¡Deja
tus pistolas, vaquero del infierno!
Apunta: Vir Casanova
REPARTO:
Jaime
Moreno y Juanma Rocha.
DIRECCIÓN: AntonioLaguna
COACH: Carlos Silveira
AYUDANTE
DE PRODUCCIÓN: Gloria
Abálate
VESTUARIO: María Arévalo
ESPACIO
SONORO: Mario
Mocanu
ILUMINACIÓN: Pau Ferrer
REGIDURÍA
Y TÉCNICA DE SONIDO: Natalia
Alonso
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