Foto de la obra |
La
pluralidad de este Quijote singular que orquesta Pedro Víllora y
lideran Ainoha Amestoy y Lidia Navarro tiene, entre otras, la virtud
de contar y entretener desde una de las obras más destacadas de la
literatura mundial: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
El
viaje de Sanchica (o Mari Sancha), la hija de Sancho Panza, cobra
forma en los cuerpos y las voces de estas dos estupendas actrices.
Dos juglaresas que manejan perfectamente todos los registros vocales
y de composición física imaginables: contar y actuar durante 1 hora
y 30 minutos de tensión narrativa ininterrumpida. De esto,
seguramente, es responsable en gran medida la mano y el oído de
Pedro Víllora, que no permite que la energía actoral decaiga. Para
lograrlo se vale de una banda sonora eficaz que subraya los momentos
más dramáticos de la pieza y contribuye a crear un sentido de goce
y deleite festivo en el oído del espectador.
Cada
una de las mujeres que simboliza los hitos del viaje iniciático del
personaje de Sanchica (Teresa Panza, Marcela, Dorotea, Luscinda,
Maritornes, Doña Clara de Biedma, Quiteria La Hermosa, Dulcinea y
Claudia Jerónima) se representa mediante unas muñecas que, en
principio, impresionan por su hieratismo y su sobriedad. No obstante,
las dos actrices las dotarán de vida por medio de su capacidad para
imitar, narrar, parodiar y escenificar cada uno de los episodios que
dibujan.
El
texto, que corre a cargo de Ainoha Amestoy, es certero a la hora de
mostrar los episodios que mejor representan el universo femenino al
que la obra se debe. Es de agradecer un teatro de la palabra donde
esta se desarrolle al límite de sus posibilidades, en unos tiempos
en los que, tantas veces, los mejores actores abordan los textos
clásicos o bien con gravedad o bien con un psicologismo mal
entendido que resta vuelo y frescura al texto. Nada de esto sucede en
Quijote. Femenino. Plural. Antes bien, el lenguaje es aquí el
medio natural para que el personaje de Mari Sancha o Sanchica
(interpretada con talento y oficio por Lidia Navarro y Ainoha
Amestoy) sirva de vehículo para mostrar el camino aventurado y
desventurado que la joven emprenderá en busca de emociones,
sabiduría y sentido. «La libertad que pintes en tu imaginación
como deseo se cumplirá». Estas son las palabras que Dulcinea del
Toboso proferirá en la cueva de Montesinos para los atentos oídos
de Sanchica. Ella sueña con ver el mar, con ir más allá del rol
maternal y paritorio que la sociedad del momento le ha asignado.
Desea vivir aventuras, valerse por sí misma y, por qué no,
encontrar el amor. Las palabras de Dulcinea serán su guía.
El
texto de Amestoy no tiene nada de proclama oportunista al subrayar el
merecido papel de la mujer en la historia. Por el contrario, fabula
con gracia sobre la frecuencia cervantina en la que ya se hallan
implícitos los valores de las mujeres que el de Lepanto describió
tan magistralmente. Mujeres que a pesar de sufrir el peso del papel
que la sociedad les asignaba eran fuertes y decididas; mujeres que
habitan un mural quijotesco desde el cual lanzan un guiño necesario
a todas las demás mujeres que en nuestra sociedad —tan
aparentemente igualitaria, pero presa aún de ciertas consignas
patriarcales que limitan su libertad— no encuentran todavía el
lugar que por derecho les corresponde.
Lo
más importante, a nuestro juicio, es que la obra es ante todo una
fiesta y esto se debe no sólo al texto y al magnífico hacer de las
actrices, sino también al tempo que la dirección de Víllora
imprime al montaje, haciendo que este rebose de imágenes sin
necesidad de recurrir a proyecciones audiovisuales ni a microfonías
estridentes, como puede verse tan a menudo en la cartelera madrileña.
En esta función basta y sobra con el mester de juglaría y la
palabra cervantina tamizada por el brillante texto de Ainoha Amestoy…
que no es poco.
Apunta: Marcos García Barrero
Ficha artística y técnica:
Dirección: Pedro Víllora
Con: Lídia Navarro y Ainhoa Amestoy
Ficha artística: Una producción de Estival Con motivo del IV Centenario Cervantes