SALVAJES COMO LOS CABALLOS DE PRZEWALSKI

Foto: Lismi Munoz
Señoras y señores, tomen asiento, hidrátense bien porque llega la hora de bailar en Matadero (Naves del Español) de la mano de Alberto Velasco y su tropa de hombres y mujeres fantásticos.
Danzad malditos, una versión libérrima de la peli del mismo nombre, nos remite a un lugar que queda a medio camino entre la realidad y la ficción, un juego de convenciones que el espectador tiene que asumir si quiere bailar al ritmo que se marca en esta obra. Lo primero que sorprende es la propuesta escénica un escenario que es y no es a la vez varias cosas: una casa derruida que emerge o se sumerge en las profundidades; un pista de tierra: un circo o un ruedo con una serie de objetos dispuestos fenomenológicamente, es decir, objetos que adornan la pista de baile y que son solo lo que ves de ellos, lo que aparece ante nuestros ojos, lo que aparentan. Las cosas son lo que son, igual que los actores que bailan. Un grupo de grandes profesionales que se muestran sin tapujos, que nos ofrecen sus cuerpos, sus voces, su resistencia y su debilidad sin ocultarse. Esto es sin duda, lo que más impresiona de la obra, la libertad que muestra cada uno de ser uno mismo. Son fenómenos, en todos los sentidos. 
Foto: Lismi Muñoz
Lo segundo a destacar, es la caracterización de los personajes. Sin desvelar mucho, que aún queda unas funciones antes de que vayan «con la música a otra parte», los seres que vemos en la pista de baile nos dan también su cara más animal, más salvaje. 
El maestro de ceremonias, un Rulo Pardo domador de bestias, saca al ruedo a un grupo de caballos pura sangre que bailan, como lo harían los caballos de alta doma, pero aquí no por estética, sino por la urgencia que les impone el ritmo de la necesidad. Aquí la belleza la ponen aquellos seres que en la sociedad no están destinados a gozar de ella. Toda una lección.
Lo tercero, cómo se estructura la historia. Cada día se ve una función distinta. Cada día es una pareja la que resulta vencedora, pero resulta que aquí es el azar, y no el baile, lo que resuelve la acción. Y eso resulta un tanto injusto. A los que hemos disfrutado de la obra nos gusta ver bailar a los actores, nos gusta ver esa lucha y no queremos que nada, ni siquiera la palabra, interrumpa el ritmo que les impone la música.
Al final debería pasar lo que sucede en todo concurso: que muchos pierden y solo un gana, pero aquí, la victoria va más allá del premio, aquí la victoria salta, como un caballo de Przewalski más allá de los límites del teatro. Aquí la victoria es otra, aquí la lucha es por la belleza de lo cotidiano, por la reivindicación de la necesidad de ser lo que uno es. En definitiva, aquí la lucha es por la vida.
Así que dancemos, dancemos salvajemente al ritmo de la música hasta caer rendidos. Y el último… que le dé la vuelta al disco.

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Desde el 25 de noviembre 2015 al 13 de diciembre 2015. Sala Max Aub. NAVES DEL ESPAÑOL. De martes a sábado a las 20.30 h. y domingos a las 19.30 h.



Apunta: Conchita Piña









Ficha artística y técnica:

Dirección: Alberto Velasco
Actores: Guillermo Barrientos Carmen del Conde Karmen Garay Jose Luis Ferrer Rubén Frías Ignacio Mateos Nuria López Sara Parbole Txabi Pérez Rulo Pardo Sam Slade Ana Telenti Verónica Ronda Alberto Frías
Iluminación: David Picazo
Vestuario: Sara Sánchez de la Morena

Escenografía: Alessio Meloni 

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