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Unos zingarozanos de los Cárpatos rumanos le
llevan dando un homenaje musical desde hace quince años al abuelo Dimitri,
violinista superlativo, ciudadano ejemplar de Galazpi y manco finalmente.
Parece que esta última condición le causó al maestro ejecutante algún
problemilla para continuar con su exitosa carrera.
Los nietos, primos entre sí, le ofrecen en
señal de respeto todas y cada una de las piezas interpretadas al patriarca, el
cual, de ceniza presente, asiste al concierto sin decir ni pío el hombre. El
que sí dice es el primo Ioaqim, fino saxofonista y líder de la banda, que
no calla el tío en su afán de dar cuenta de los motivos por los que honrar al
venerado Dimitri. Habla mucho, porque son muchas las hazañas que tiene que
contar, lo bueno es que lo hace en un perfecto Galazpiés, con ese garboso
acento tan característico del norte de Galazpi, que en este pueblo es verdadera
devoción lo que hay por Galazpi. Lo malo es que el primo Yuri, guitarrista,
veloz digitador, hombre viajado y políglota lo va traduciendo todo, pero en el
camino, claro, se va dejando cositas y eso se nota.
Mientras tanto, la prima Tereza bebe una
gotica y se obsesiona con completar una cara al menos del cubo de Rubick, que
eso sí que tiene arte y es difícil, y no la chorrada de bailar y tocar al
violín la Csardas
de Monti para darle gusto al primo, que siempre hay que hacer lo que diga el
primo.
Al menos el otro primo, Evgen, es un chico de
provecho con la cabeza en su sitio. Vale que tiene el defecto del ritmo metido
en el cuerpo, pero sabe que los conciertos no van a durar toda la vida y por
eso se está iniciando en una profesión seria, trabajando dignamente en el
negocio de la importación y venta de armas. Le pone voluntad, que es lo que
importa, y no le va mal de momento al muchacho, pero no parece que este de las
armas sea un negocio con futuro. Pobre.
Como es un Funeral, ni te puedes reír, ni
puedes dar palmas, ni cantar, ni pasártelo bien porque Ioaqim que está tan
serio siempre, se enfada. Con nosotros, que éramos una sala completamente
llena, estuvo enfadado todo el rato por nuestra falta de respeto. Al final,
como tiene buen corazón, se le acabó pasando el cabreo y terminamos haciéndonos
fotos y aplaudiendo a la salud de la música y del abuelo Dimitri, que esté en
la gloria.
Si tenéis suerte y han logrado reunir las
cenizas del malogrado después de lo del accidente, a lo mejor cogéis sitio en
el próximo velatorio que organicen en su honor. Ahora la compañía Che y Moche
está en la Habana
y antes estuvo mucho tiempo en la
Gran Vía de Madrid. Nosotros asistimos al duelo en la Sala Cero del Teatro de las Esquinas de Zaragoza y lo pasamos de muerte, usté ya me entiende.
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