«Nunca
se entra, por la violencia,
dentro de un corazón»
dentro de un corazón»
Molière
Un
juego entre la realidad y la ficción dentro de un juego de ficción
convertido en teatro.
Parece
un trabalenguas que intentaré desentrañar: una actriz y un actor,
espectaculares en sus interpretaciones de dos jóvenes al filo de una
navaja de violencia, dan vida a Bloy y a su novia. Estos dos
personajes están abocados a la destrucción porque juegan a ella.
Werner
Bloy vive en Munich en 1987. Está preparando una perfomance emulando
al asesino de La matanza de Texas. Las autoridades confunden la
realidad con la puesta en escena que quiere hacer y piensan que esta
intentando retener a la fuerza a una joven. La joven es su novia con
la comparte una relación infantil de amor y delirio. Las autoridades
matan a balazos al joven tras equivocar sus intenciones.
A
partir de este episodio real, se construye la propuesta teatral de
Cara de cuero.
¿Qué
vemos en escena? Dos personajes oscilando entre la rabia, el amor, la
incomprensión, la incomunicación y la ternura. Dos personajes que
se aíslan compartiendo una compañía insana que les hace encontrar
y desencontrar sus cuerpos y sus mentes.
Un
drama griego moderno, con el único coro del sonido de una sirena que
parece que controlan a su antojo, dos máscaras de hombre y mujer
gritando la tragedia de su fracaso como seres humanos en un mundo
donde el cubo de basura preside la escenografía.
En
ese cubo Juan
Orellana interpreta un magnifico monologo de desesperanza y dolor
mientras en la cama se despereza una Vanessa
Guerra, caperucita bipolar que ama y detesta a su lobo en una
equilibrada actuación con su compañero.
Ver
estos dos cuerpos y mentes perdidas en los abismos financieros y
destructivos del siglo XXI nos mantiene alerta durante toda la
función.
Sebastián
Moreno orquesta la versión del texto original de Helmut Krausser
para dirigir con acierto de ritmo y presión esta puesta en escena
moderna y angustiosa. Los momento de dureza extrema dan lugar a la
búsqueda para buscar y sutil.
Por
encima de todo, las actuación compenetrada y veraz de Juan y
Vanessa, ergo Bloy y su novia no retenida.
Encontramos
varios guiños a realizadores de cine y a películas de corte
underground en la dimensión del texto llevado a escena teatral.
La
música que Sebastián elige para su obra es un contrapunto ideal
para matizar la ternura que se vislumbra en los gestos de obsesión
asesina; una ternura de aquellos que aman hasta la muerte. Ternura de
los que sienten pasión por la vida y mueren en un juego absurdo de
patrones comunes sociales, que quieren evitar pero que les aprisionan
hasta llegar a ahogarles.
Son
tantas cosas las que cuenta esta función, actualmente el La
sala Usina, que se pueden simplificar a una historia de relación
entre dos victimas del desamparo del siglo que nos ha tocado vivir.
Al
salir me pregunto ¿Dónde empieza la mecha con la que se dinamita la
falta de esperanza? ¿De dónde nace tanto amor enfermo? ¿Qué hace
que nos enganchemos a situaciones insanas emocionalmente? ¿Es justo
el amor en este planeta lleno de frenopaticos financieros y sociales?
¿Es el amor la propia victima?
Les
invito a que saboreen este menú teatral bastante completo en su
modernidad y equilibrio para que alimenten su diversión (por
apreciar buenas interpretaciones) y la angustia de ser espectadores
de esa relación tan tormentosa.
Autor: Helmut
Krausser
Compañia: Tálamo
Teatro
Director: Sebastián
Moreno
Actores: Juan
Orellana, Vanessa Guerra
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