Foto promocional de la compañía |
Disléxico pregón, prólogo mucho más
divertido si nos quedamos en el ingenio meramente. Monólogo de
delantal y culo al aire. Picardías en verso sin terminar para que
las rime el público. Magistral dicción de Joaquín Murillo. Música
en directo con matices; acordeón de circo melancólico y un violín
virtuoso. Guitarra casi por alegrías y saxo para payaso triste de
paisano. Dulce danza de Noche aérea, majia con jota sobre la
cuerda floja y barbudas «vedettes» con pajarito. Todo esto en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza.
Jaime Ocaña abre con medida la cuarta
pared y la va entrecerrando con criterio para que la voz del
respetable no inunde la faena desde la grada. Hay una excelente
conexión entre los dos actores masculinos mientras interpretan sus
no-improvisaciones en pareja. Entran al pie justo y no alargan el
discurso cuando sale gracioso. El diálogo es fluido y ágil,
coreografiado pero vivo, no se engancha ni suena repetido.
Hay tiempo para honrar a Marianico y
sus juegos de palabras traídos por los pelos debajo de la boina,
pero también para una crítica inteligente y divertida sobre la
utilización falsificada y pervertida del lenguaje por parte de los
políticos y sus medios afines.
La función mantiene el ritmo y nos
abre el apetito de cada siguiente número gracias al acierto de una
escenografía sencilla pero estratégicamente ubicada con
anticipación. ¿Para qué servirán estos hierros? ¿Por qué está
ahí esa silla? ¿Es solamente adorno el encaje colgando del teclado?
¿A qué viene ahora una maroma cruzando el escenario?
Berlinz Cabaret Canalla de Jaime
Ocaña se mueve voluntariamente a dos velocidades, una más refinada
y otra popular, y es esto precisamente lo que le aporta seguridad;
saber que puede elegir dónde montarse. Por eso se atreve, porque no
tiene complejos. Es capaz de meter bulla con las castañuelas sin
ruborizarse porque para algo vendrá luego el silencio poético del
Circo del Sol. Así la guitarrita de Chiquilicuatre se equilibra en
el violín maravilloso de Teresa Polivka y los hermanos Calatrava se
asoman a la pista guiñándonos un ojo porque en el fondo no son sino
el trasunto del Clown y del Augusto.
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