Cartel de la obra |
Sé
que hay decenas de miles de extraordinarios docentes en nuestro país,
que muchas veces se encuentran solos, maltratados o incomprendidos.
Conozco a muchos de ellos. Pero me gustaría conocer a más docentes
entusiastas.
José
Antonio Marina. El Mundo. Octubre 2013.
La
educación es la pieza fundamental de toda sociedad, digan lo que
digan. Para la construcción de tu personaje vital es necesaria una
buena educación desde la más tierna infancia, una buena aptitud
para recibir conocimientos en el aprendizaje y, por supuesto, un buen
educador —familia y escuela— para tu desarrollo intelectual y
social. En las escuelas, los profesores tienen una función
importantísima en ese desarrollo intelectual. Para ello están
sometidos a un constante aprendizaje —o así debería ser— para
adaptarse a los tiempos y a las nuevas generaciones y no quedarse
obsoletos profesores de conocimientos estancados en apuntes amarillos
sin ningún entusiasmo por la enseñanza ni por los educandos. Porque
cuando esto último sucede se desata una tragedia educativa donde el
profesor ya no aspira a nada más que a pasar otro día, sin pena ni
gloria, y los alumnos a no recibir una buena formación.
Un
ejemplo maravilloso de esta debacle educativa nos los pone en escena
Réplika
Teatro
con su función El
profe
de Jean-Pierre Dopagne. El ácido, pero sentido, monólogo de un
profesor de literatura abatido y desapasionado que ha ido perdiendo
el entusiasmo primigenio por la enseñanza, se ha hecho débil en sus
convicciones dejándose llevar a una decadencia humana que le
precipita al pánico y consecuentemente a la tragedia. Gabriel
Garbisu se pone en el pellejo de El
profe
bajo la cuidada e inteligente dirección de Jaroslaw Bielski. Garbisu
irrumpe en escena como el profesor que entra en su aula. Nos mira,
nos reprende por los modales nada parecidos a épocas pasadas, nos
traslada preguntas retóricas, nos hace confidentes de sus más
íntimas sensaciones en su día a día como docente. Va y viene del
pasado al presente acercándonos cada vez un poco más a sus
vivencias, sus inquietudes primeras y su progresiva postración.
Su
excelente y natural interpretación aporta
al personaje una esmerada humanización que le permite justificar, de
algún modo, su declive y posterior monstruosidad. Y tanto es así,
que la contradicción se apodera de tu interior confundiendo lo que
está bien o mal para argumentar su justificación y como un juez
omnipotente perdonarle todas sus culpas.
Gabriel
Garbisu recorre el escenario, solo habitado por un pupitre con su
silla, dejándonos que veamos lo que trasmite en recuerdos. Nos
invita a ver a su padre, sus profesores, sus compañeros de
instituto, sus
alumnos, las letras que escribe perfectamente sobre su pizarra
imaginaria y el día aquel en el que todo acabo o comenzó.
La
iluminación juega un papel significativo en el transcurso de las
escenas, presentes y pasadas, oscureciendo o iluminando según se van
desarrollando y haciendo que el espectador adquiera un sentido
temporal de las mismas.
El
vendaval de sensaciones que se agitan en el cuerpo del espectador una
vez que termina la soberbia puesta en escena es altamente
recomendable porque no te deja impasible.
Buenos
días, señor profesor. Buenas noches, señor monstruo.
Apunta: Vir Casanova
Ficha Técnica y artística
Autor:
Jean-Pierre Dopagne
Dirección:
Jaroslaw Bielski
Reparto:
Gabriel Garbisu
Traducción:
Fernando Gómez Grande
Producción
Ejecutiva: Socorro Anadón
Escenografía
y Vestuario: Réplika Teatro
Iluminación:
Jaroslaw Bielski
Producción:
Réplika Teatro y Amara Producciones
Diseño
Gráfico: Carlos Verdasco
Fotografía
y Redes Sociales: Mikolaj Bielski
Prensa:
Natalia Erice
Distribución:
Isabel Barceló
No hay comentarios:
Publicar un comentario