... COMO ALMA QUE LLEVA EL DIABLO

Cartel de la obra
El pasado martes salimos a correr acompañados de los chicos de La Maratón de Nueva York por los pasillos de la Casa de la Portera.
La obra con autoría del dramaturgo italiano Edoardo Erba, nos presenta a dos amigos-hermanos que se han propuesto salir a correr todos los días para prepararse para la gran maratón de NY. Durante el estático recorrido, nos van ofreciendo dos niveles de discurso: el que vemos y el que interpretamos una vez acabada la función.
En el primero vemos, sentimos y sufrimos (con ellos) a dos amigos que corren, corren, corren sin llegar a ningún sitio y mientras corren, corren, corren, nos van ofreciendo pequeñas pinceladas sobre sus vidas. Así descubrimos que son amigos desde hace tiempo, que han compartido experiencias y algo más a lo largo de su vida, que uno es apoyo para el otro y viceversa, que mientras hablan van sacando a la luz la realidad trágica que sufre uno de ellos.
La obra nos habla de las polaridades, de las dos caras de una misma moneda. Un camino, un viaje, un acompañamiento que son, a la vez, el principio y el fin de algo; una vida que pasa por la cabeza a toda velocidad; unos segundos que parecen horas que sirven para poner al día los recuerdos, las tareas pendientes, lo que dejamos olvidado...
En el segundo nivel nos damos cuenta de que, en verdad, la carrera es una metáfora del esfuerzo que supone la vida. Una vida que hay que agarrar por los pelos porque siempre es proyecto, siempre está delante, siempre hay que correr, correr, correr para cogerla porque se escapa cuando menos lo esperas. Esta es la gran paradoja que presenta el texto, su cariz más trágico. Y es aquí donde yo me paro en seco para que los espectadores podáis seguir a los protagonistas en su camino y destino.

Esta propuesta escénica se nos presenta en un espacio vacío (si es que el salón principal de la Casa de la Portera, puede considerarse un espacio vacío), lo que quiero decir es que se nos ofrece sin revestimientos, una moqueta de cesped es toda la escenografía. Sí es cierto que se hace raro ver este espectáculo en el interior de una casa. Cuesta entrar en la historia hasta que no aceptas la convención de que el salón es un paisaje abierto. Una vez que entras en el juego, todo va rodado.
La dirección, sencilla, pero efectista, tiene las manos de Jorge Muñoz y la puesta en escena las piernas de Joaquín Mollá y Chechu Moltó. Es destacable, sin duda, el trabajo que realizan estos dos actores, un esfuerzo de cuerpo y también de mente. Durante casi una hora estos dos personajes ponen al límite su corazón y no solo por la carrera. Un esfuerzo físico y emocional por el que los personajes, a la vez que el público, van descubriendo la verdadera realidad a la que se enfrentan.

Igual que después de un esfuerzo físico llega el cansancio y más tarde la recompensa, con esta obra te pasará lo mismo: puede que no te guste cuando la veas, puede incluso parecerte que no ha pasado nada durante la función, pero lo mejor: la reflexión, el fruto del esfuerzo vendrá luego, por la noche o puede que, como me pasó a mí al día siguiente, la obra se apodere de tu cabeza y comience a vertebrarse de dentro a afuera y entonces dirás, como después de una carrera: ¡Ah, pues mereció la pena!

Así que no lo dudes, ponte el chandal, las zapatillas de running y acompaña a estos dos personajes en su carrera por la vida los martes y miércoles de julio a las 20h en La Casa de la Portera.


Apunta: Conchita Piña
@conchitapigna



FICHA ARTÍSTICA

Texto: Edoardo Erba
Dirección: Jorge Muñoz

Intérpretes: Joaquín Mollá y Chechu Moltó  

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