Programación El Extintor |
Ricardo
Ibáñez pone en escena el monólogo El contrabajo, donde
adapta con un estilo minimalista la obra que Patrick Süskind
escribió en 1981, cuatro años antes de publicar El perfume.
Süskind
justifica el monólogo creando una ilusión de diálogo entre el
músico que protagoniza la obra y los espectadores que asisten a la
representación. Todo ocurre dentro de la habitación insonorizada
que le sirve al artista como sala ensayo. El público se transforma
en huésped gracias a la explicación del anfitrión y es ahí donde
comienza verdaderamente la función.
Ricardo
Ibáñez interpreta la historia de una progresión. Va apuntalando al
personaje, construyéndolo delicadamente en sus detalles. El
protagonista aparece como un individuo tímido y humilde que se
presenta ante sus invitados desde fuera de la huella del foco
central, desde una esquina en penumbra. A través de un largo
proceso, Ibáñez va haciendo que su personaje se adueñe de la luz y
que conquiste paulatinamente el centro del escenario. Con pequeños
gestos torpes, acciones reiteradas, titubeos, equívocos e
indecisiones, elabora una figura frágil y autocompasiva, subordinada
a su instrumento, que poco a poco, y a medida que el alcohol hace su
efecto, se transforma en un individuo cada vez más sólido, más
divertido y más crítico.
El
actor, con su interpretación, somete al público a un juego de
límites. Juega con el desarrollo de la personalidad del músico y
hace que el espectador se plantee cuánto hay de voluntario en ese
inicio titubeante y timorato. Después descubrimos que la actuación
estaba medida desde el principio y que esa inseguridad era un
excelente truco. Ibáñez además le saca partido al espacio, explota
todas las posibilidades que le ofrece la peculiar configuración de
esta sala y convierte también en escenario los espacios no visibles
del teatro.
La
iluminación y la música favorecen la creación de una atmósfera de
intimidad que nos aproxima al pequeño drama doméstico de una figura
anónima y solitaria. Una figura cuyo trabajo sordo (sonoro en este
caso) es imprescindible para la creación de una obra colectiva.
La
cobardía, el miedo, el amor, la soledad y el deseo de protagonismo
se van manifestando con Wagner, Schubert o Brahms de fondo.
Formamos
parte de grupos para construir cosas. Trabajamos detrás de la
cortina y asumimos con madurez que la parte que no se ve es tan
importante como la parte visible del edificio, incluso creemos que la
cara oculta es más relevante, si cabe, que la exterior. Pensamos que
la propia satisfacción es el mejor pago por el trabajo hecho, pero a
veces, en tardes solitarias y no siempre lluviosas soñamos, como el
protagonista de la obra, con reivindicarnos como individuos
singulares e imprescindibles, como personas dignas de reconocimiento
a quienes lo que nos gustaría de verdad sería escuchar gloriosos
adjetivos pronunciados detrás de nuestro nombre.
Tienen
todavía tiempo de disfrutar en la Sala
el Extintor de
Zaragoza de esta excelente adaptación el próximo sábado día 25 de
enero a las 9 de la noche.
Apunta: Antonio López Piña
Ficha
Técnica:
Compañía:
Aliencontrateatro
Reparto:
Ricardo Ibáñez
Adaptación:
Ricardo Ibáñez
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