«Siempre
habrá quien castigue sus días
maltratando
tus sueños.
Joven
o viejo trasnochado, derrotado
en
este inmenso placer
de
la melancolía:
despierta»
Nestor
Villazón.
Arranco
esta reseña con un acto de buenismo,
corríjase como amor. La primera vez que vi un espectáculo de Borja
Roces tuve un flechazo con la forma de tratar las artes escénicas
que emana de todos sus poros de piel y de cerebro.
Otra
vez, y gracias a las salas alternativas que nutren del don teatral al
panorama cultural de este país, por el que Borja y muchos otros
lloramos, puedo disfrutar del talento, perdón profesionalidad, de
este gigante en cuerpo pequeño de las artes escénicas.
Ahora
en la Sala Tú, con exquisito
gusto, han programado su Encrucijada.
Borja
no está solo en escena, le acompaña una mujer, Alicia Rodríguez,
con todo un mundo a flor de piel que hace vibrar el escenario y las
almas de los que nos sentamos a contemplar este espectáculo sensible
y carnoso.
Es
un tipo de puesta en escena de las que enganchan y de las que el
ansia de ver más te hace pasar el tiempo como si no existiera. La
subjetividad del buen arte ante los ojos de un público ávido de que
le narren la vida en fragmentos de sentimientos y verdades.
Contemplar
esas transiciones lentas como el devenir de la vida en la que parece
que no pasa nada y pasa de todo es un acto de profundidad y entrega.
La
entrega como insignia del espectáculo. Ese seria su lema.
Entrega
en cada verso de los poemas de Néstor
Villazón, o en la interpretación de Nostalgia con unas pesas en
las manos, o el discurso en el que aullando desde el suelo, el hombre
premisa del dolor y la reivindicación de lo contradictorio y la
sinrazón de las razones de la vida, se araña el cuerpo para luego
escupirnos arañazos de las miserias universales.
Es
de un alquimista convertir el dolor, la frustración, las reflexiones
de noches de insomnio en una obra de estructura fluida y sin el más
mínimo viso de egolatría. Una estructura cimentada por dos cuerpos
y dos voces destinados al público con movimientos milimétricos y
comunicaciones desde lo más hondo.
Los
artistas definen su obra como un cruce extraño de caminos, en la que
la encrucijada es la propia vida, y dicen que hablan sobre el dolor
heredado, la incapacidad de avanzar o el artista que no sabe qué
camino tomar, y si el autor y director lo define así, con lo bien
que hace lo que hace no soy yo quién para definirla de otra manera.
Es
tan hermoso lo que se ve en escena, tan parodia sensible de una
realidad diaria de nuestra existencia, tan exactamente ejecutado que
te apresa esperando que la próxima narración sea tan elegante como
la anterior en este devenir de dos cuerpos que hablan, se mueven,
cantan, ríen, lloran con el alma de dos artistas cimentados en lo
mejor del teatro.
No
es esta reseña un acto de buenismo, aunque todo lo que diga sea
bueno sobre el espectáculo. Como dije: un acto de amor hacia los que
cada día hacen que ame más el teatro.
Gracias
por compartir vuestra sabiduría con la elegancia del que siempre
esta aprendiendo.
Vayan
a vivir con ellos estos inolvidables 70 minutos. Lo elegante es un
don escaso, ahora lo tienen al alcance de sus manos.
Texto
y Dirección: Borja Roces
Poemas
de Néstor Villazón.
Actores:
Borja Roces, Alicia Rodriguez.
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