MATAR A UN RUIN SEÑOR

Cartel de la obra
Un detective intenta descubrir al asesino de Perry. Perry es un empresario poco recomendable. Tres chicas trabajan para él en su local y aparecen como las principales sospechosas.
El detective Wunderstand cuenta con la ayuda del sagaz agente Wallom. Cuando aquel se atasca en la investigación, allí aparece Wallom con un imponente físico y una dialéctica preguntadora de inspiración socrática capaz de desentrañar los más recónditos secretos de las interrogadas. Wallom y Wunderstand mantienen inteligentes diálogos en el transcurso de las averiguaciones, pero hay que estar atento para seguirles porque son refinadamente sutiles.
Las tres sospechosas tendrán que someterse a la inquisición de Wunderstand para exponerle con detalle el tipo de relación que mantenían y los motivos que las enemistaban con el malo de Perry. El detective empezará a atar cabos, que no es tonta la policía.
Las chicas ponen a funcionar la maquinaria de la seducción con muchas y diferentes herramientas y, aunque no contaremos si acaban atrayendo a Wunderstand o no, lo que sí consiguen es seducir al patio de butacas al completo, al iluminador, al taquillero y hasta al mismísimo apuntador, que lo sé bien.
Son muchas las razones por las que no puedes perderte esta obra.
La interpretación está afinada por una excelente dirección que ordena pero no encajona a los actores. Nunca, ni una sola vez hay sobreactuación en la creación de los personajes y eso que la obra se mueve en un registro humorístico que podría disfrazar o justificar el exceso. Pues no. Los actores no se dejan llevar por la odiosa musiquita de la dicción falsificada, sino que se exponen con verdad y consiguen atraparnos y divertirnos desde el principio hasta el final.
Irene Alquézar, Susana Martínez y Minerva Arbués, nos conquistan desde la sobriedad, con una sensualidad elegante y alejada del machacado estereotipo de la estríper de barra o la fatal mujer fatal. Las tres despliegan con colorido los diferentes perfiles de sus personajes, que al no ser convencionales, están llenos de matices.
Óscar Castro, juega sin tics a detective torpe y vapuleado por el poderío de las chicas. Su interpretación es ágil y sin reiteraciones y transmite la ingenuidad con personalidad que pide el personaje.
La intervención de Francesc Tamarite como presentador del metaespectáculo con que se inicia la función es esencial porque nos orienta con su energía hacia el tono en el que sonará toda la obra.
Se emplean diferentes recursos del lenguaje cinematográfico que aportan ritmo y originalidad al montaje, pero no los vamos a desvelar. Tampoco vamos a decir nada más del malvado Perry, ni de si al final sale desnudo montado en un elefante rosa.
Lo que sí vamos a decir es que queremos ver de nuevo El caso Perry en la sala El Extintor de Zaragoza, que es donde la representó la Compañía Seis de Trébol desde abril a noviembre, o en el Palacio de la Ópera, nos da igual. Teatro inteligente y divertido que crea una ficción creíble y hace que salgas de la función con cara de felicidad y ganas de repetir. Volved, porfa.



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