Cartel de la obra |
«La
vida es bellísima, pero la muerte también es hermosa.
Yo
he dicho muchas veces que voy a ir a mi propio velorio, pero
a burlarme de mí».
Chavela
Vargas
Las
palabras limitan las sensaciones. Bien sé que lo vivido en esta obra
de teatro ritual va más a allá de cualquier puesta en escena
convencional o experimental, por lo que si al escribir esto, ya que
el lenguaje es algo traicionero no puedo expresar bien lo que he
percibido en Bailando mis
huesos, ruego que me
disculpen.
Para
no llevar a confusión esta obra no es un teatro experimental es un
teatro experiencial, recogiendo todo lo que en los ancestros de lo
teatral se hacia para agasajar al público y transformarlo, ya que
ese es y será su origen: ser participes en cuerpo y alma de lo
mágico del rito teatral de las máscaras que llevamos a diario.
Empecemos
por lo fácil, la compañía Teatro en el Aire invita a 20 personas a un deliciosa cena mejicana
para degustar manjares en una particular cantina servida por tres
exuberantes mujeres. Ellas son Las Catrinas: Flaca, Pelona y Llorona.
Tres eran tres, Las Moiras,
los estados del alma, las estructuras de la narración, los estadios
de la vida…
Nadie
se queda indiferente cuando estas tres mujeres reciben a sus
comensales-publico a esa mesa magnifica porque un teatro que se
huele, se toca, se saborea, se escucha y se ve, te impregna tanto que
no puedes dejar de sentirlo y sentirte.
Todo
está pensado y puesto para conseguir su objetivo. Me quito el
sombrero de La Catrina ante la calidad escénica, dramatúrgica y de
actuación que envuelve todo el recorrido.
Reímos
y lloramos en esta puesta en escena tan real como que nacemos y
vivimos para morir.
Reflexiones
y chascarrillos de buen humor negro acompañan los platos y las
canciones de voz templada de estas actrices de carne y hueso
interpretando verdades universales. Actrices que se meten dentro de
ti con su voz, su risa, su tacto y su olor.
Te
recibe el aroma a flores frescas para convertir a las actrices en
sacerdotisas derviches de lo circular de la vida y la muerte. Dan
paso a la cantina, porque «el vivir son dos días» y allí se
baila y se pone la mesa, se come y se bebe, se canta y se escucha, se
toca, se ve y no se ve; es decir la vida.
Un
repaso por el vivir, que es un suspiro frente a la eternidad de lo
desconocido de lo que seamos cuando nos quedemos en polvo de ceniza,
azúcar, sal o chocolate.
Y
luego, entremezclada, la muerte, con la serenidad y el buen gusto de
haberla convertido en una agradable compañera de camino, porque es
lo que es a lo largo de toda la vida. Nada de malas vibraciones, todo
con el colorido y la alegría típica de los rituales mexicanos de
muerte.
Pónganse
sus mejores galas, rompan sus huchas, perfúmense con las mejores
esencias y vayan a celebrar que hoy, ahora, están vivos. ¿Por qué
no? En el teatro.
Cuando
se encuentren en una cartelera el titulo Bailando
mis huesos ténganlo en cuenta
para su deleite y metamorfosis. Celebrar guiados por Teatro en el
Aire que estamos de pie con todos nuestros huesos y carnes en danza
es una oportunidad única
Ahora
están compartiéndolo en El Sol de York, una sala que destaca por su programación original y
de excelencia. Mañana no sabemos, porque así es la vida, así el
teatro.
Compañía:
Teatro en el Aire
Interpretes:
Laura de Casas, Rocío Herrera y Lidia
Rodríguez.
Duración:
2 horas (con cena incluida)
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