Aunque hace ya unos días que fuimos a ver Los hijos de Kennedy al Teatro Cofidis quisimos esperar a publicar esta crítica para hacer un homenaje a
su protagonista. Un protagonista como Godot, que nunca llega, que
nunca vendrá. Más que nada porque en el mismo instante en que esta entrada del blog se suba a la red será el cincuenta aniversario de su asesinato hora española, —en Texas eran seis horas menos—.
Decía que es el
protagonista de la obra ya que el resto de los personajes son corales
y giran ante la presencia, mejor dicho la ausencia de Kennedy. Todos
los personajes sufren el desasosiego, la perdida, la desazón de una
inocencia perdida, rota, destrozada: la muerte del presidente fue un
asesinato mediático —luego vendrían otros como el de John Lennon— que rompió la conciencia de una época. Ese sueño americano se
rompió con la Guerra del Vietnam, con el cambio de mentalidad que
propuso el movimiento hippy, con los cambios que aportó la cultura
underground, con la muerte de Marilyn dos años después.
Todo esto sale en
la obra en boca de los cinco personajes que lo cuentan en forma de
monólogo. Así se estructura la obra, en cinco monólogos
intercalados prácticamente sin interacción entre los personajes,
apenas un roce o una mirada mínimos y esporádicos. Cada uno de
ellos nos cuenta su historia, sus miedos, sus preocupaciones.
Comienza Wanda
(Emma Suárez), una mujer de clase media, reaccionaria y clasicota, que recuerda cómo el asesinato de Kennedy
le cambió la vida. Todo lo mide en antes y después del magnicidio,
guarda recortes de prensa de las noticias. Ella nos cuenta
lo que hacía cuando sucedió el atentado, cómo lo vivió.
Luego está Rona
(Ariadna Gil), una activista de los derechos civiles, de la lucha por la libertad, por la igualdad. En esa lucha comete actos
incongruentes como, por ejemplo, vender droga por la noche y trabajar en un centro
de desintoxicación de drogodependientes por el día. Nos cuenta la
relación con su exnovio y cómo todos esos sueños de libertad y de
igualdad se van rompiendo, se vienen abajo, se corrompen. Es 1975 y
los hippies han muerto y el punk nace. La mentlidad cambia.
Sparger
(Fernando Cayo, a mi parecer el mejor en escena), un actor de
salas off off Broadway, como
se llaman en Nueva York a las más alternativas de las salas
alternativas, las de teatro experimental. Tan experimental que son
ininteligibles, absurdas, extrambóticas. Muy de la época —aquí
en España surgían grupos, no tan exagerados como los presentados en
la obra, pero sí rompedores con el teatro clásico: Els Joglars,
Tábano, Teatro Fronterizo, Los Cátaros...—. Este personaje es un
alter ego del propio
Robert Patrick, el autor del texto, quien fue un prolífico autor de
este tipo de teatro y del teatro gay —de ese no había tanto en
España durante la dictadura—. Su personaje representa esa
contracultura que rompía con lo clásico, tanto en teatro, como en
literatura, música, comic, etc.
Mark (el
televisivo Ángel García —Tierra de lobos—)
es un soldado venido del Vietnam, pasado por las drogas y que ve cómo
su mundo y sus ideologías se caen ante una guerra estúpida, sin
sentido, sin enemigos. Donde nada es lo que parece, donde el pueblo
americano se reveló contra su gobierno para que volvieran los
soldados. El primer No a la guerra
de nuestra época. Si bien él no lo hace mal, su personaje es el menos llamativo, el más plano, el más secundario.
Nos
queda Maribel Verdú (Carla),
quien encarna una joven —eterna aspirante a actriz— que no duda
en acostarse con quien sea para seguir su camino: llegar a ser la nueva
Marilyn Monroe tras su muerte. Esas jóvenes guapas, con un sueño –que siempre ha habido y siempre habrá– y que acaban en nada.
Representa la caida del Star System
del Hollywood clásico donde Marilyn fue la última diva, la
última gran estrella del celuloide.
Todos
estos actores estan dirigidos por José María Pou, quien ha llevado
los personajes a la barra de un bar como homenaje al lugar de estreno
de este texto: la trastienda de un bar de Londres. De allí pasó al
West End en un abrir y cerrar de ojos.
Lo que está claro es que este texto vuelve a las tablas con un mero carácter conmemorativo por el aniversario del asesinato de J.F.K. Y ya está. Porque aunque el texto se mantiene por sí mismo, se ha quedado como reflejo testimonial de una época.
Lo que está claro es que este texto vuelve a las tablas con un mero carácter conmemorativo por el aniversario del asesinato de J.F.K. Y ya está. Porque aunque el texto se mantiene por sí mismo, se ha quedado como reflejo testimonial de una época.
Eso
sí, la música de esa época ha marcado a las generaciones
posteriores igual que la música de la obra nos ha marcado a
nosotros. Desde Hair a
Casta Diva (en la voz
de la Callas, por supuesto), de los Beach Boys a Jimi Hendrix (su
polémica versión del himno americano), Bob Dylan a Joan Baez.
La
escenografía, diseñada por Ana Garay —con otro trabajo en cartelera dirigido por Daniel Veronese en la sala El Sol de York—, es sencilla pero trabajada y muy efectista. Este gran diseño llevado a cabo maravillosamente por Mambo Decorados —nos encantaron sus trabajos en Emilia de Tolcachir, Deseo de Miguel del Arco, La monja alférez dirigida por Juan Carlos Rubio o El crítico de Juan Mayorga— aporta actualiza la obra con sus vídeos a cargo de Álvaro Luna. Aunque el mismo texto, con cinco actores de pie y sin decorado, no perdería fuerza.
En
definitiva, una obra que refleja
la caída de un sistema en decadencia, con unas interpretaciones correctas y que cuenta
con el aliciente de la efeméride del magnicidio y el refrescar
la memoria de aquellos que vivieron «tiempos mejores».
Dirección: José María Pou
Elenco: Emma Suárez, Fernando Cayo, Ariadna Gil, Alex García y Maribel Verdú
Autor: Robert Patrick
Ayudante dirección: Jose Luis Massó
Producción: Nicolás Belmonte,Carlos J. Larrañaga,Marisa Pino
Escenografía: Ana Garay
Diseño iluminación: Juanjo Llorens
Diseño iluminación: Juanjo Llorens
Música: Isabel Montero
Vestuario: Ana Garay
Diseño Gráfico: Diego Martín y Javier Franco
Diseño Video: Álvaro Luna
Jefe Técnico: David González
Maquillaje y Peluquería: María García
Regiduría: Marisa Pino
Fotografía: Sergio Parra
Vestuario: Ana Garay
Diseño Gráfico: Diego Martín y Javier Franco
Diseño Video: Álvaro Luna
Jefe Técnico: David González
Maquillaje y Peluquería: María García
Regiduría: Marisa Pino
Fotografía: Sergio Parra
Fechas y Horarios: Desde el 11 de octubre de 2013.
Miércoles, jueves y viernes 20:30 h., sábados 19:00 h y 21:30 h., domingos 19:00 horas.
Funciones especiales días 1 de noviembre y 6 de enero 18:00 horas
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