GABINO EL DE GABINO

Cartel de la obra

Gabino Diego maneja muy bien el personaje de chico bueno y sensible. Hay algo en él que hace que sea imposible que te caiga mal. Quizá esa imagen de perdedor un poco feo, ingenioso y de buen corazón, ese perfil de chaval cojonudo que toca la guitarra y aprecia la poesía pero no termina de encontrar el amor, tal el que interpretó en Los peores años de nuestra vida.
Básicamente es ese character el que retoma en este espectáculo con el que llena la sala del Teatro de las esquinas de Zaragoza, si bien es cierto que en algunos momentos el protagonista nos confunde un poco al adoptar un extraño tonito de voz como de niño pequeño que quiere un helado todo el rato, jooo. Lo adopta y lo mantiene casi siempre que se interpreta a sí mismo, es decir, mientras hace del Gabino de Una noche con Gabino (diez años después). Y digo que confunde porque es un tono con el que se aleja del personaje de tío ingenuo pero en el fondo listo que esperábamos.
Gabino Diego nos propone un espectáculo fundamentalmente de humor a través de imitaciones, anécdotas y equívocos, como el que se produce cuando enumera con penita la lista de actores muertos en los últimos años y el público nos echamos una carcajada sonora y transgresora anticipando que la cosa vaya de risa y lo que pasa es que la cosa no iba de risa. Entonces nos morimos de vergüenza y nos reímos por no llorar, que también cuenta como reír. Además hay música en directo interpretada por él, poemas recitados y múltiples personajes de reparto con distintos acentos y personalidades. Los bártulos son mínimos, una silla, una guitarra y a veces ni siquiera eso, pero no importa porque el escenario nunca se queda vacío de energía. Entre lo que él ofrece y lo que el público pone de su parte, la función marcha hacia adelante.
Así, la mayoría del tiempo estamos o riéndonos o en expectativa de una risa que casi siempre se consuma de uno u otro modo. Son muy divertidas su imitaciones de Quique San Francisco, de Fernán Gómez, de Agustín González o de Jorge Sanz, pero lo mejor es oírle contar lo que dice que Toni Leblanc dijo una vez de él.
Podríamos pasar horas y horas escuchándole recordar las aventuras que vivió en sus rodajes, las peripecias de su experiencia americana cuando el Oscar de Belle Époque, sus vivencias con las estrellas del cine y del teatro con las que trabajó y sigue trabajando. Mola mucho, pero mucho, cuando se pone verdadero y no tanto cuando recrea ficciones como la del doliente buscador de un amor esquivo y pelirrojo.
Al terminar la representación, Gabino Diego se marcha por el lateral antes de volver para saludar. En su retirada, le vemos corretear de una forma muy acorde con el dichoso tonito; arrastra los pies, deja las manos lacias y agacha la cabeza. Un señor que no había parado de reírse y disfrutar durante todo el espectáculo me pregunta, oye, ¿pero es que anda así de verdad o qué? Yo le digo que no lo sé, y que me parece que eso solo lo hace cuando interpreta al Gabino de Una noche con Gabino, pero que si quiere podemos esperarnos media hora y observarle disimuladamente al salir del teatro, porque a mí también me intriga saber cómo anda el Gabino-Gabino, vamos el Gabino verdadero.



No hay comentarios: