EL BRUJO, ARAÑANDO LAS CONCIENCIAS

Foto de la obra
El juglar aggiornado Rafael Álvarez El Brujo representó en el Puerto de Santa María el día 10 de julio. Representar en El Brujo es intransitivo: no importa qué, él simplemente representa. El tema de la convocatoria era Las mujeres de Shakespeare, pero podía haber sido El Lazarillo, El evangelio según San Juan, el flamenco en El testigo, Don Quijote o La Odisea. Da igual: lo juglares, en cualquier caso, miran al pasado para entender el presente. Jena Chesneaux dice de Darío Fo que «quiere pensar políticamente el pasado e históricamente el presente». 

Eso es El Brujo, como Fo, juglares satíricos del presente que previamente han desentrañado el pasado y se han dado cuenta que los perversos mecanismos del poder resisten en la historia.
Los juglares se enseñan en los institutos como los amables vagabundos que van narrando de pueblo en pueblo acontecimientos significativos para la comunidad. Se les imagina con laúd, sombrero de ala, capa raída y movimientos de saltimbanqui. Y eso por unas monedas o un pedazo de pan o un mordisco de queso. Pero de los juglares no se estudia el aspecto más interesante: su capacidad de desenmascarar, en el momento mismo de la representación, el poder y sus mentiras. En ese encuentro único del juglar con el público, del que se siente parte como otro sometido más por el poder, el juglar afila y esgrime la sátira, que solo es posible en el momento efímero de la representación misma. Fo dice que en esas «historias del pueblo el discurso de la dignidad aparece continuamente. La dignidad». Y a eso viene El Brujo, ni a lucirse, ni a actuar, viene a satirizar el poder, que cambia poco en sus modos de control y pervivencia, y a encontrarse con el público y contarle historias de dignidad, la de Lázaro, la de el evangelista Juan y la de las mujeres en las comedias de Shakespeare. En eso consiste El Brujo en todos sus espectáculos.

De las mujeres que El Brujo elige para su cuento evita las ofelias, las lady Macbeth y las Julietas, y se centra en las mujeres de las comedias, como la Rosalinda y Celia de la comedia Como gustéis (As You Like It):

Celia.- Vamos a jugar al amor, pero no lo tomes muy en serio es solo para divertirnos.
Rosalinda.- Y entonces, ¿en qué consistirá nuestro juego?

El Brujo elige la comedia y le da un sentido profundo: el amor es un juego, tan infinito como finitos somos los mortales que jugamos. Y de eso tratan las comedias y, sobre todo, las mujeres de las comedias de Shakespeare: del juego del amor como conjura contra la muerte.


También nos habla el juglar del teatro inglés, de los actores de la época y, al mismo nivel, habla del teatro subvencionado de hoy y del 21% de IVA. Dice que Hamlet es un pesado, que la gestualidad para representar a una mujer lo ha aprendido de Mario Vaquerizo y que el conflicto de Gibraltar le obliga moralmente a suspender el espectáculo. Rajoy y los sobresueldos. El poder y sus desviaciones. Rubalcaba entre Rosalinda y Celia. Lo de ayer en el hoy, lo de hoy como siempre: el poder y solo la sátira para su desenmascaramiento. Todo revuelto, los discursos, las modulaciones del lenguaje, el teatro y la pedagogía, Shakespeare con Rajoy, los tonos, la gestualidad más común con el gesto más depurado y casi poético, las voces, la historia y el poder, y todo ensalmado por un alfeñique en escena, el pelo como una antorcha blanca, el genio único para dignificar el teatro y dignificarnos como especie. El Brujo arañando las conciencias.


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