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TRANS-SITANDO

(Algunas palabras acerca de Transformación )

Del 2 de octubre al 8 de noviembre.

Sala de la Princesa, TeatroMaría Guerrero


¡Paloma Pedrero ha vuelto a   hacerlo!


 Y digo «vuelto» porque Transformación es otra de esas grandes obras de Paloma que pasará a la historia del teatro            —como ya lo han hecho muchos de sus textos—, a esa selecta lista que conforma la dramaturgia que llamaremos en un futuro «revolucionaria» o «adelantada» o, mejor aún, «de teatro necesario».

Si echamos un ojo a la gran producción dramática de Paloma Pedrero, descubriremos que cada una de sus obras es una llamada de atención, una puesta en revisión o una crítica a realidades muy concretas que siempre tienen como protagonista a las personas y a sus afectos a la hora de relacionarse.

Paloma, siempre con la mirada puesta en los márgenes —en lo que la sociedad discrimina a esas márgenes—, es capaz de dar voz y espacio preeminente a sus CAÍDOS DEL CIELO. Pero no lo hace desde la complacencia, sino que lo lleva a cabo desde la acción, la única manera posible de subvertir la realidad. Y lo hace con mucho sentido del humor, ironía, justicia y, además, de una forma extremadamente bella, vamos, como es ella. Y, como no podía ser de otra forma, en Transformación ha vuelto a dejar muy claras estas líneas de trabajo (diría «líneas de ataque», pero sé que a Paloma no le gustan los términos bélicos).

La obra arranca de una premisa radical: una realidad en la vida de la autora: «Un día mi hija con dieciocho años me dijo que era un hombre». Suficiente para el drama, ¿no os parece? Pero más allá de la realidad efectiva de cómo ha resuelto Paloma Pedrero esta circunstancia vital, está el arte. Y ahí es donde se aloja esta obra: una sublimación dramática, que no deja a ningún espectador indiferente.

Transformación es un canto a la vida libre, al amor por uno mismo y por los demás; un ejercicio de filosofía teórica y práctica (porque toda la obra es una pregunta y una búsqueda que no concluye en la escena, pero que va abriendo horizontes —siempre con luz, mucha luz, hacia el futuro— y provocando la necesidad del cambio en la vida de sus personajes).

El texto, cosido a medida para cada uno de los ocho actores que encarnan en total trece personajes, nos muestra las realidades difíciles, confusas, límites y limitantes, desestructuradas, a veces, de la vida de unos adolescentes trans y sus familias; todos transitando ese no-lugar que genera la incertidumbre de la búsqueda: la de ellos, ellas, elles y consolidando lo que será el camino hacia una nueva realidad para todos.

Una nota importantísma para los actores. Un equilibrio perfecto. Los que se encargan de llevar a cabo la tarea de ser padre, madre, abuelo y abuela (¡Ay, quién tuviera esa abuela!) sostienen el pulso dramático. Los otros actores   —a partir de ahora tenemos que decir que son actores, porque no lo eran hasta este momento, se han hecho actores en la escena, se han transformado en actores, también— dan muestra de un talento (cantan, tocan la guitarra, hacen magia) y de una pasión que traspasa la escena y lo hacen, además, con una naturalidad, una frescura y un guiño cómico que conmueve, dándonos una lección de profesionalidad y un ejemplo de vida sin tabúes ni complejos.

 Los tres actores protagonistas son chicos trans que están pasando ahora mismo por ese mismo proceso de transformación que nos cuentan en la obra. Estos actores son los que hacen posible que la escena avance, son los que traen, cómo no, el asombro, el reconocimiento y la transformación, ahora del público, al mejor estilo aristotélico.

La obra es una propuesta cercana, amable y honesta, dirigida también por la autora, dentro de una sala como es la de la Princesa del María Guerrero: un espacio pequeño que acoge muy calurosamente a esta gran familia. Una propuesta escénica muy adecuada a la realidad que se nos quiere contar. Nada de la propuesta atrofia o eclipsa esta historia, todo lo contrario, la arropa y nos la presenta desde una naturalidad que impacta.

Este equipo al completo, con Paloma Pedrero a la cabeza, es un dechado en su máxima definición, es decir, «es una muestra o modelo que se tiene presente para imitar». Como cuando bordas delicadamente siguiendo un patrón, igual Paloma y todo su equipo en este montaje ha bordado en nuestra piel, en nuestro corazón y en nuestro pensamiento, este gran ejemplo para que nos sirva de guía cuando queramos aprender a mirar, sentarnos a escuchar y transformar de forma bella el mundo que nos rodea.



 





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Equipo artístico

 Reparto: Julio Alonso (Padre / Abuelo), Enriqueta Carballeira (Abuela), Tatiana Carel (Cloe), Alan Castillo (Carla / Charlot), Silvia Criado (Miriam / Enfermera), Zack Gómez (Marc), Flora López (Madre / Psiquiatra) y Álex Silleras (Alma / Leo).

Equipo artístico: Alessio Meloni (Escenografía y vestuario), Juan Gómez-Cornejo (Iluminación), Pablo Moral Luengo (Espacio sonoro), Dani Sousa (Vídeo), Verónica Mey (Ayudante de dirección), Irene Cantero (Ayudante de Iluminación), Juanjo González y Elliot Kane Cubells (Ayudantes de Escenografía).
Fotos: marcosGpunto
Agradecimientos: A Caídos del Cielo ONG y al Teatro del Barrio por acogernos. Y a todos los socios que nos permiten permanecer. A Pilar Rodríguez, Isis Abellán, Juanjo Litrán, A Mariam Grande “la lunares”, A Antonio Garrigues Walker y Elena Davalillo, Ana Marina Dorismond, Primera Toma Couch. Marcos Orengo y Diego Cabrales. Y a todos los "Caídos del Cielo" por su entrega y talento.

 

Producción Centro Dramático Nacional.

*Datos extraídos de https://cdn.mcu.es/espectaculo/transformacion/