RAÍCES DE FAMILIA

Cartel de la obra
El tema de una buena tragedia no debe ser realista
Pierre Corneille


¿De qué se alimentan las familias? En la familia que nos presentan Sebastián Moreno y Raquel Colange en Nadie Come Tierra se alimentan de su propias raíces que les tienen sometidos a vivir en un espacio cerrado por una valla. La valla que alzo el padre antes de morirse y que aísla y mata al que quiera traspasarla, como a ese perro al que comienzan velando nada más empezar la función.
Y vivir enraizados tiene sus caras y sus sombras, en Nadie Come Tierra, más sombras que caras. Sombras provocadoras, angustiadas, inocentes, perturbadas y con la necesidad y el miedo de liberación a partes iguales. Una liberación imposible porque el alimento y la raíz esta dentro del epicentro familiar que todo lo sostiene y del que no se puede huir aunque se desee con toda la fuerza de un grito desgarrado.
Eso es Nadie Come Tierra, un grito desgarrado sordo en un continuo de huida.
Tierra en escena, otoño, suciedad y una luz anclada a una tumba. Tierra somos y en tierra nos convertimos. David de Blas, acierta al cien por cien con la escenografía que acompaña a la historia.
La muerte y la vida en constante lucha en el escenario, tanto en la simbología escénica como en el propio discurso de la madre viuda y los dos hijos. Muere el perro, se celebra el cumpleaños de la madre. Sobre la tumba del padre muerto nacen las matas de tomate, la hija da a luz a su propia madre en un sueño doloroso…
Cuanta dureza escénica, llena de matices, estados de animo desquiciados, poéticos y algunas veces sensatos tienen que resolver Teresa Hernández la madre, Itziar Cabella y Manuel Enríquez, los dos hijos. Lo resuelven metiéndose en la cintura de estos personajes y dotándoles de una vida interior real sin caer en lo fácil que sería parecer meros enajenados. Teresa envuelve a su personaje de madre regia con la voz y una desolación serena, Itziar interpreta a la hija sensible que abre agujeros en su pecho con frescura y fuerza, Manuel el que hereda la difícil tarea de ser el hombre bastión del hogar sin dotes para conseguirlo, acompaña a esa fragilidad con corporalidad e interpretación de inocencia atormentada.
Una historia que no te deja indiferente ya que el texto y la puesta en escena te llevan a un estado contradictorio en el que te planteas preguntas porque la propuesta es una miscelánea de sensaciones, palabras, estímulos que se remueven como un torbellino en el escenario al son de la magnifica música en directo de Javier Gordo. Ese acordeón que marca lo que podría ser un día de fiesta popular con una cadencia que nos introduce en lo ancestral, pero también en lo absurdo y grotesco mascando la tragedia.
Ni el texto ni la propuesta de David Utrilla, su director, es adecuada para un público mayoritario. Bajar al infierno grotesco de la familia donde se dice que «hay que soñar bajito» o que «lo redondo está prohibido» e imponer sobre esta premisa la violencia psicológica y hasta física; indagar en las raíces venenosas de un padre muerto por una sobredosis de comida o asistir al sexo endogámico propio de tragedias griegas no es apto para un ocio de esparcimiento sin más. Ahora si se busca un teatro voluntarioso que quiere contar los secretos familiares de una manera en la que la poesía y la crudeza se imponen sobre cualquier forma clásica, una obra que no da tregua ni alecciona, que mezcla tendencias textuales y escénicas, y que se construye desde muchos prismas diferentes Nadie Come Tierra es un lugar para ver cómo dentro de un sistema, en este caso el familiar, el más profundo y básico, todos somos victimas y verdugos.



Apunta: Coral Igualador







Sábados 20:00 horas
Domingos 19:00 horas
C/Paseo de la esperanza, 16

Ficha artística y técnica: 

Autor:  Raquel Calonge y Sebastián Moreno
Dirección: David Utrilla
Ayudante de dirección: Sebastián Moreno
Actores: Teresa Hernández, Itziar Cabello y Manuel Enríquez.
Producción: La Casqueria teatro
Escenografía: David de Blas
Composición y música en directo: Javier Gordo




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