Que,
en los tiempos de corren, a alguien se le ocurra intentar estrenar
una obra de la así llamada ―y
para entendernos― «música
clásica» es encomiable y
meritorio; si, además, esta obra es una nueva zarzuela, la empresa
se vuelve heroica. Se trata de Las leyendas de Bécquer, con
música de César Belda y libreto de Lorenzo Moncloa y Carlos Crooke.
A ellos se han unido un grupo de profesionales ―cantantes,
músicos, técnicos―
que, de una manera entusiasta, han conseguido poner en marcha esta,
deseemos que no última, única función de la obra, que tuvo lugar
el pasado 3 de febrero en el Teatro Compac Gran Vía. En el reparto,
destacan las voces de Moncloa y Ángel Castilla, bien acompañados
por Hevila Cardeña, Carlos Crooke y Cristina Palomo. La
interpretación musical y coros corrieron a cargo de solistas de la
Orquesta Sinfónica de Madrid y Orfeón Chamartín.
Presenciamos
un espectáculo semiescenificado, con la orquesta situada en el
escenario, lo que limitaba enormemente cualquier posible evolución
dramática. Esta escenificación parcial conlleva innegables riesgos
ya que exige una colaboración mucho mayor por parte del espectador.
Evidentemente, y por tratarse de una obra nueva, la versión de
concierto habría sido aún más confusa. Tanto las proyecciones, más
documentales que ambientales, como la iluminación, apoyaban, aunque
de manera un tanto rudimentaria, el curso de la narración. Puede el
espectador imaginar una puesta en escena más sofisticada, que
contribuiría a crear el ambiente, entre fantasmal y románticamente
decadente, que requieren las Leyendas becquerianas.
El
espectáculo musical, como así será llamado en lo sucesivo,
combinaba tanto zarzuela como teatro musical, con fragmentos que bien
podían recordar a un, por ejemplo, Serrano (más folclóricos), y
otras páginas, de tono más lírico, al estilo del musical americano
o inglés. La dramaturgia no pretende sino un liviano hilo conductor
que casi se convierte en mera separación de las cuatro leyendas que
conforman la obra. La calidad del libreto se sustenta en la belleza,
incontestable y atemporal, de Las leyendas de Bécquer, que
bien merecían la empresa de ser puestas en música.
En
definitiva, es destacable el esfuerzo y la entrega de todos los
intervinientes y se agradece que siga habiendo profesionales al
servicio de formas artísticas, tanto musicales como teatrales.
Deseamos que el espectáculo pueda terminar de cuajarse donde
únicamente puede hacerlo: en el escenario de los teatros de este
país.
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